Hace
unos días saltó la noticia de que Facebok recibió -y atendió- alrededor de
10.000 órdenes de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU con peticiones de
información que afectaban a entre 18.000 y 19.000 cuentas. Justo una semana
antes, volviendo de la reunión anual de Harley-Davidson en León, mi moto sufrió
una avería cerca de Valladolid y tras colocar el casco a 20 pasos, la chaqueta
en el suelo y separarme unos metros de la moto comprobé como pasaban ante mí
siete BMW y dos motos japonesas
que no se dignaron a parar, eso sí, muy educados me saludaron con la mano.
A
priori ambos hechos no tienen nada que ver pero si nos detenemos un momento a
valorarlos descubrimos que, de algún modo, tienen aspectos comunes. Ambas son
dos grandes redes sociales, sí, no se me solivianten todavía. Me explicaré. Si
bien Facebook tiene un alcance mundial que supera los mil millones de cuentas,
el motociclismo, o motorismo, tiene también una importante cifra millonaria de
seguidores en todo el mundo. Ambas son, igualmente, voluntarias y en el caso de
Facebook totalmente gratis. Cuando entramos en esta red debemos saber que
estamos dentro de una empresa privada y jugamos con sus propias reglas sin que
nadie nos obligue a permanecer en ella; cuando conducimos una motocicleta
deberíamos ser conscientes de que formamos parte de un mundo con un centenar de
años de historia, códigos no escritos pero que mantienen todavía su vigencia,
al menos en los que somos cascos viejos, y una solidaridad que se hizo famosa mucho
antes de que los móviles hiciesen su aparición y las compañías de seguros
introdujesen la asistencia en carretera. Cuando era pequeño era frecuente
escuchar historias, incluso en los programas de televisión, sobre como los
motoristas (o moteros) ayudaban a coches averiados y, por supuesto, a las
motos. Hoy parece que aquellas historias son parte de la leyenda perdida de la
solidaridad humana.
No
entiendo a quienes claman ahora por la violación de su privacidad en las redes
sociales. ¿Qué privacidad reclamas cuando has sido tú quien ha compartido todo
lo que has querido en el entorno de una compañía? Si no quieres que tus cosas
se vean… no las pongas. Y tampoco entiendo que alguien que se suba en una moto
no asuma como propias las reglas básicas de esta afición. Si no sabes,
pregunta, coño. Un casco colocado en el suelo a 20 metros de la moto, remarcado
por la chaqueta que reposa en el asfalto y no colgada del manillar, por
ejemplo, es señal de avería, a ver si se enteran aquellos que no han escuchado
a sus mayores. Sí, el piloto seguramente habrá llamado ya por su móvil y estará
esperando a la asistencia, pero una parada a preguntar será siempre de
agradecer. Un poco de charla o simplemente comprobar que formas parte de algo
reconfortará al piloto con problemas. Y si no vas a parar, al menos métete el
pito y las “uves” en el orto porque no tienes nada que ver conmigo y paso de
saludarte. Eso sí, no te preocupes, si un día eres tú el que estás tirado en la
carretera y yo paso en moto o en coche, me detendré y te ofreceré ayuda y un
rato de charla, al igual que hicieron conmigo David y Ana, Carlos y Esther,
Ricardo y Ricardo jr. Todos harleros, todos motoristas, todos amigos. Yo
seguiré montando en moto y mantendré mi perfil en Facebook porque asumo las
reglas de ambos.
Por
último, quiero dar las gracias a otro motorista, Roberto, y a su encantadora
chica, Ali, por no haber permitido que me hiciese el resto del viaje en grúa.
Desviaron su camino y nos recogieron a mí y a La Bonita ofreciéndonos su
hospitalidad porque ellos sí que saben lo que es una red social. Y se basa,
sobre todo, en la amistad.
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