martes, 4 de junio de 2013

KM0 2013. La movida madrileña (ChopperOn.es, junio 2013)




Es frecuente que momentos importantes de nuestra vida vayan unidos a una canción determinada, un tema que nuestra mente asocia a una situación por la razón que sea. Hay para todos los gustos y colores, desde baladas románticas hasta el heavy para los momentos de euforia, pasando por los blues que desgarran el alma cuando la vida nos obsequia con una bofetada. Se me antoja, sin embargo, que la concentración KM0 de Madrid se merece una banda sonora propia. Rebuscando en la memoria surgen del olvido un sinfín de temas que perfectamente podrían ser el himno de un gran fin de semana, cierto, pero no se me ocurre ninguna canción mejor para asociar a todo lo vivido que quizá la que aún no se ha escrito. Si hubiese que componer una canción a esta concentración la imagino hilvanando versos certeros que componen largas estrofas para erigir una historia de sentimientos profundos y emociones compartidas y si tuviese que encargarla lo haría, sin dudar un segundo, a Bob Dylan, posiblemente el mejor cronista informal de la realidad del siglo XX, cuya obra mantiene plena su vigencia en estos años de niñez del XXI. Si reuniese el valor necesario iría a verle, me plantaría delante y le diría “Hey, Mr. Dylan, play a song for me in the jingle jungle morning”. Él, sin duda, escribiría una acertada letra que encogería el corazón de los hombres y susurraría en el oído de cada mujer una historia de pasión, de amistad y camaradería; del poderoso rugido de unas máquinas que son objeto de amor o de odio. Quizá el estribillo hablaría de la sana competencia entre sonrisas y brindis, del sonido de la amistad o de como el rock’n’roll se convierte en el adn de unos locos que todavía creen en la individualidad para unirse en grupos afines donde no importa quien eres o de donde vienes, tan sólo saber que montas al lado.



Como algunas de las mejores letras del gran poeta del folk, la historia  comenzaría a desgranarse en la primera estrofa describiendo la gran fiesta de acogida en el viejo Madrid, en un lugar que bien podría llamarse  “the Rising Sun” y que todos conocemos como Makinostra, donde se citaron centenares de motoristas, felices de reencontrarse con camaradas de momentos pasados, reconocidos en cada abrazo. El viejo Bob cantaría a la fraternal camaradería, vieja o nueva, en la que nadie es tratado como desconocido, aunque sea la primera vez que acude a la llamada anual. Posiblemente dedicaría unos versos a narrar la historia de Fabián y Patricia, una pareja recientemente afiliada al HOG Chapter Madrid y novatos en estas reuniones, aunque su sonrisa denotaba su desde ahora leal pertenencia al clan del cuero negro y la gasolina. En ellos contaría como su decisión de convertirse en harleros atrajo a los padres de ella a comprarse a su vez un “cerdo de Milwaukee” y allí estaban, recién llegados de Castro-Urdiales, sintiéndose jóvenes para siempre, compartiendo una cerveza con su hija y los camaradas de toda la vida que hasta hoy no habían conocido. Y es que ¿cuántas carreteras debe conducir alguien antes de que se le considere motorista? La respuesta, camarada, está flotando en el viento que acaricia tu cara cuando conduces tu sueño.

Reservaría las siguientes estrofas para reflejar la satisfacción del cronista que observaba la escena con ojos críticos sin perder la sonrisa, embriagado por la calidez del evento y un par de mojitos de Jim Beam; haría resonar los aplausos que se escucharon en el espectáculo “The Hole” y en el concierto de Siniestro Total; rasgaría su guitarra para extraer de los más profundo del alma la emoción que  surge de la caricia del acelerador, de la extraña mezcla que se produce al juntar piel y metal; puede, incluso, que hable de la generosidad y la dedicación con la que los anfitriones nos acogieron y trataron durante todo el evento.
Para finalizar, cantaría al gran teatro de los sueños en el que los 400 supervivientes de la fiesta del sábado, a los que se les juntaron más de mil harleros de la capital recorrieron orgullosos la Avenida de la Castellana, dejando a su paso caras de asombro y sonrisas entre los atónitos espectadores que el domingo detuvieron su prisa para escuchar el inconfundible rugido de  los Big Twin. Y es que no se hizo necesario llamar a las puertas del Cielo porque, al menos por esta vez, el paraíso soñado estaba en las calles de Madrid.
Si Bob Dylan decidiese hacer una canción así no albergo dudas de que sería magnífica y, como ocurre con todas las grandes canciones, dejaría un profundo deseo de que no terminase nunca, de que se prolongase unos minutos más o el bucle la hiciese renacer una y otra vez. Entonces a nosotros, a ChopperOn, sólo nos quedaría poner en la contraportada del disco, a modo de créditos, el agradecimiento a Víctor Romero, la gente de Makinostra y al HOG Madrid Chapter por su impecable organización y el buen gusto que presidió el fin de semana. A la Guardia Civil, comandada por primera vez por el Coronel Jefe del Sector de Motos que no quiso perderse este evento y que realizaron una labor impecable velando por la seguridad del grupo. Al Mesón Cándido de Segovia por su extraordinaria hospitalidad. l “The Hole”, divertido e irreverente espectáculo. A la Sala Orange y Siniestro Total, por darnos marcha y diversión. Y, por supuesto, a todos y cada uno de los participantes, los auténticos protagonistas de la concentración… y de esta canción.







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