martes, 5 de octubre de 2010

Pongamos que hablo de la “concentra” de Castellón (artículo escrito para el número de octubre de ChopperOn.es)

Cuando este artículo se asome a tu pantalla estaré centrado en dar el último empujón a ALMA DE ACERO, aportando mi granito de arena en las redes sociales para intentar que el máximo de personas conozca el evento y se apunte a colaborar en él. Así que permíteme que haga un inciso para empezar con una llamada de atención para que cojas tu moto y acudas el sábado 9 de octubre a Gandía para mostrar tu solidaridad con los, espero, miles de bikers que vamos a estar allí apoyando la causa. Toda la información en almadeacerobiker.blogspot.com.

El mes pasado comenté que un día debería hablar de la concentra de Castellón. Pues bien, el día ha llegado. Éste es tan buen momento como cualquier otro para sumergirse en el charco de la polémica.

Lo peor de hacerse mayor es que uno debe acostumbrarse a aceptar que las cosas que le gustaban se modifican sustancialmente... si no mueren. Así es la vida, implacable en su dictado con quien agota su energía a través del tiempo. Algo así le pasa a la concentra del Grao. Hace ya muchos años que acudí por primera vez, aunque hace algunos más que asistí a ella como curioso y envidioso observador. Desde entonces he podido ver como ascendía en importancia y en numero de participantes, eso sin contar con los centenares –miles, incluso - que iban el fin de semana sin inscribirse pero que pululaban por la carretera de la playa hasta el Belumar y vuelta. Yo mismo he sido uno de ellos durante tres años -unas líneas más abajo entenderás el por qué- pero también he sido testigo de su progresiva caída hasta convertirse en un evento vulgar, sin relevancia ni interés, donde un Evolution es casi una reliquia. Ya no vienen los extranjeros, ya no vemos esas motos que los acompañaban, aquellas maravillas que nos hacían pasar horas comentándolas frente a una cerveza. He visto como el Big Twin HDC renunciaba al señorío al abandonar a su suerte a dos motoristas ( uno de ellos colega) que sufrieron sendos accidentes en un show organizado por ellos, a los cuales dejó tirados en el Hospital de Castellón, y que, por cierto, jamás recibieron el dinero de la hucha creada para ellos (espero que el mal nacido que se lo quedó tenga que gastarlo en medicinas). Da pena, la verdad.

No sé qué es lo que deben hacer para recuperar la cita anual y jamás el Big Twin HDC me ha dado motivos para querer ayudarles a encontrar las respuestas, aunque reconozco que muchos de los que formaban ese club -y que eran un cáncer para el mismo- han desaparecido de él, afortunadamente. Lo que sí sé es que la coincidencia de fechas con el gran evento europeo de Faaker Sea no ayudará a su recuperación. Como tampoco lo hace su empeño en traer a grupos que a estas alturas ya sólo pueden aspirar a imitarse a sí mismos ( y que conste que soy un gran fan de Crazy Cavan) o el enorme desinterés que muestran por el conocimiento del visitante. Por la presidencia del club ha pasado algún personaje interesante y entre sus filas cuenta con gente entusiasta y muy preparada para reconducir la situación, lo sé de sobra porque los conozco. Por eso supone una auténtica incógnita para mí el hecho de que nadie dé un golpe de timón y saque a la errática nave del mar de sargazos conceptual en el que se encuentra. Por falta de preparación no puede ser, así que colijo que se debe al más puro y simple desinterés.

Castellón reúne grandes ingredientes para el éxito. Tiene playa, clima agradable, está situada a una distancia cómoda, se come un arroz fantástico y allí preparan los mejores carajillos de este país, lo que me induce a pensar que si las condiciones objetivas son buenas lo que falla hay que buscarlo en otro sitio ¿Adivinan cuál? Pues eso. Manos a la obra sin dilación porque a este paso pronto será irrecuperable la herencia que comenzaron los Crazy Brothers y que se va diluyendo sin que los responsables se den cuenta de que se escapa ante sus ojos, cada año un poco más.

Me gustaría pensar que la tristeza de este año será un episodio pasajero que olvidaremos el año que viene. Me gustaría, sí, pero veo improbable que así sea. Menos mal que siempre queda el consuelo de ver a colegas que de otro modo no vería, como Ángel, Chopper James, Vincent Caballo o el curioso "Portu"; hacer un precioso viaje con dos excepcionales compañeros y, por supuesto, disfrutar de la hospitalidad de Belén y de la compañía de mi hijo Hugo. Sólo por eso merece la pena mi viaje hasta allí, aunque dudo de que los demás tengan los mismos alicientes. Castellón ha muerto...¿Viva Castellón? No me resisto a decirlo: Alea iacta est.

27 septiembre 2010

viernes, 1 de octubre de 2010

Comparto aquí un precioso artículo escrito por mi hermana Noemí que merece la pena ser leído por todos aquellos que amen sus raíces.

Nuestro hilo

Cuenta la leyenda que un hilo une nuestras vidas y destinos desde nuestro nacimiento; nos ata a personas y a lugares de forma tan intensa que, por mucho que lo intentemos, este vínculo nunca desaparece. La unión es posible gracias a un hilo rojo pero invisible, y que por mucho que se estire, encoja o se retuerza, jamás se rompe. Así lo recoge una leyenda anónima de origen chino: El Hilo Rojo.

Esta leyenda apareció en mi vida de forma fortuita hace unos meses y, casi de forma inmediata, picó mi curiosidad y comencé a bucear en mis recuerdos buscándolo. Resultaba fácil tirar de ese "hilo" que nos une a nuestras madres - y viceversa- de forma natural, el cordón umbilical. Siguiendo por este camino, cada uno de nosotros somos una secuencia y consecución genética que nos liga a nuestros familiares lineales: padres y abuelos. Por ello, que nos parezcamos física y/o "químicamente" a nuestros progenitores, resulta obvio. Invocando al refranero: "-lo que se hereda, no se hurta-" (y aquí sale la "química" con mi madre y abuela, muy refraneras las dos).

Quise seguir el hilo rojo por lugares, buscando aquellos a los que nos sentimos unidos, bien por herencia; porque, desde tiempos inmemorables, nuestros antepasados estuvieron ligados allí, o se vieron forzados a ir por las circunstancias del momento. Echando la vista atrás, recordé que el Valle de Iguña había estado históricamente ligado al centro peninsular, a La Meseta desde la época romana. La calzada de Los Blendios nos habla del recorrido que las legiones hacían desde Suances (Portus Blendium) hasta Herrera de Pisuerga (Pisoraca), pasando por Retortillo (Iuliobriga). Sabido es que la mayoría de nuestras carreteras actuales han sido construidas siguiendo trazados romanos, y esta calzada fue una de las principales vías de comunicación entre la costa y el interior. Siglos después seguiría esta ruta el Arte Románico, haciendo un quiebro desde el camino jacobeo costero, y en el valle destacan las iglesias de San Lorenzo (Molledo), San Facundo y San Primitivo (Silió) y San Juan de Raicedo (Arenas de Iguña). También los comerciantes, en su viaje hacia los mercados castellanos, seguían esta ruta en la que el Castillo de Cobejo jugaba el papel de “portazgo real y guarda de paños y metales”, así como la gestión de las mercancías, según recoge el Apeo del infante Don Fernando de 1404. Un siglo más tarde, en 1522, Carlos V pasó por aquí, quedándose a dormir en La casa de Los Tiros.

En la búsqueda de mi hilo rojo, el camino hacia el sur no me daba respuestas, y, desde Molledo, giré al oeste. Recordé entonces que, si bien la ruta hacia la Meseta era la más frecuentada, la conexión de estas tierras con el Oeste fue, también, muy frecuentada durante siglos por medio de las rutas que conectaban la Merindad de Las Asturias de Santillana con las Asturias de Oviedo, para finalizar en Galicia. Esta Merindad se mantuvo hasta que, en 1778, Las Asturias se dividieron, integrándose las de Santillana en la Provincia de los Nueve Valles de Cantabria.

El camino de Santiago por la costa, o camino Norte, paralelo al camino tradicional francés, permitía un trazado menos duro y agresivo que el del interior y desde los distintos puertos vascos, cántabros y asturianos, los peregrinos llegaban a Compostela abandonando la costa y enlazando con el camino tradicional desde diferentes puntos, o bien siguiendo por el costero. En Cantabria se inicia desde Castro Urdiales, y pasaba por Laredo, Noja, Santander, Santillana del Mar ,Comillas, y San Vicente, para continuar, ya en las Asturias de Oviedo por Llanes, Ribadesella, Villaviciosa, etc. Ambos caminos, el llamado francés y el de la costa, no sólo fueron rutas de carácter religioso, sino también importantísimas vías de penetración cultural y económica, a través de las que llegaban las novedades que llegaban de Europa.

La ruta hacia el Oeste me llevaba a lugares queridos y a los que fuertes lazos y recuerdos familiares me hacían recordar ese hilo que estaba siguiendo. Fue entonces cuando, mirando alrededor, me di cuenta que muchas familias de aquí tienen una unión afectiva con Asturias, empezando por la mía. Bien por temas laborales o por razones del corazón, la unión del hilo rojo entre ambas zonas se ha ido produciendo a lo largo de los años y, muchos de los de aquí , tienen un asturiano en casa, si no varios.


Mi hilo se iba desenredando y comprobé la veracidad de la leyenda:

el hilo rojo nos ata a personas y a lugares de forma tan intensa que, por mucho que se estire, encoja o se retuerza, jamás se rompe”.

Asturias y Cantabria son parte de mí, porque aquí está mi historia, mi familia: en Molledo, Arriondas, Carrejo, Oviedo, Cabezón de la Sal….A mí me tira el Norte aunque no naciera aquí. También, como yo, hay muchos por aquí, porque no somos de donde hemos nacido, sino de donde nos aflora el sentimiento. Por eso el hilo rojo nos hace venir aquí, porque aquí están esos lugares que nos atraen; a los que queremos volver y de los que no nos queremos ir; lugares en los que encontramos algo diferente del resto, y que nos hacen sentir bien, muy bien… ¡tanto que, a veces, nos duele el alma!. Es entonces cuando nos dejamos llevar simplemente por el placer de estar y saboreamos cada segundo como si fuera el último que fuéramos a tener. Mi hilo me trae aquí.


Para mi madre, la asturiana que nos queda en casa.

Noemí Cueto Fernández-Peña



Pregón Ferias Virgen del Camino 2010 de Molledo ( por mi hermana Noemí)


Buenas noches a todos.

Estar aquí y compartir este mágico momento con todos vosotros es algo que nunca me hubiera atrevido a soñar, así que voy a soñar en voz alta con todos vosotros.

La proposición de leer el pregón de estas Ferias me pilló completamente desprevenida y me llenó de preocupación por la responsabilidad que ello entrañaba.

Os pido, pues, como novata que soy en estos menesteres, comprensión y benevolencia por la falta de práctica en la lectura de un pregón que tan acertadamente hicieron todos aquellos que me precedieron en el "cargo". Y quisiera que entendierais mis palabras como un elogio lleno de admiración y desde el cariño más profundo, hacia este valle y este pueblo donde radican mis orígenes. No descubro nada diciendo que mi hilo me trae aquí y me llena de orgullo saber que aquí están mis raíces. Y si bien es cierto que el arraigo familiar puede condicionar un incuestionable cariño a una tierra, tampoco es obligado que ello ocurra. En mi caso es el resultado del profundo arraigo de mi padre hacia Molledo y todo lo que le rodea y la constancia de mi madre en su amor por él, por nosotros y por esta tierra también. Mis circunstancias, como diría Ortega, son aquellas sobre las que va a versar parte de este pregón, y no son otras que mis antepasados a los que homenajeo desde aquí por ser la primera de la familia que tiene el honor de hacerlo.

Mi padre dedicó varios veranos a investigar sus orígenes en los libros parroquiales y elaboró un árbol genealógico sobre nuestro apellido en el Valle de Iguña y otro sobre la familia Quijano, señores de la casa de Los Tiros. Los Cueto, según la anotación más antigua que se conserva estamos en Molledo desde 1616 con Sebastián García de Cueto, perdiéndose el García dos generaciones más tarde con Diego de Cueto Quevedo en 1679. En cuanto a la casa de Los Tiros, el nombre más antiguo aparecido en los textos parroquiales es el de Pedro de Quixano Teran y Aguaio, señor y mayor de las casas de Los Tiros, Teran y Aguaio, gentilhombre de los zien contínuos hijos de algo de Castilla de el servizio de su Magestad en 1623. Un siglo más tarde, el 20 de abril de 1787, Josefa de Quijano Quevedo se casa con Narciso Anastasio de Cueto y Villegas, y el apellido Cueto empieza a transmitirse desde la casa de Los Tiros. Es entonces cuando comienza la tradición familiar de poner el nombre de Fernando a uno de los hijos. Hoy, 5 generaciones más tarde, el apellido Cueto sigue en Molledo y 3 varones llevan Fernando por nombre y continuando la tradición.

Ese fuerte arraigo familiar hace que yo no recuerde ningún año de mi vida sin venir a Molledo y esta tierra está indisolublemente ligada a mí en lo personal y en los profesional, dado que mis estudios se han basado en temas vinculados con el arte, la historia y tradiciones de aquí. Mi padre, gran conversador, nos contaba una y otra vez la historia de la familia, de la casa de Los Tiros, de su padre, sus tíos, así como de muchas de las personas de aquí con las que convivió tantos años, junto con todas las batallitas y correrías de su infancia y juventud. Sus palabras denotaban el orgullo de su tradición y su pertenencia a este lugar. Por eso siempre volvía aquí.

Así que yo, desde niña tuve muy claro lo importante que era tener raíces y el privilegio de tener un pueblo. ¡Son innumerables recuerdos que tengo de mi niñez aquí! Posiblemente a muchos les haga sonreir saber que mi hermana y yo éramos las únicas niñas del colegio que íbamos a la hierba (de aquella manera, ¡claro!) , montábamos en carro, pescábamos renacuajos en los cocinos, nos cruzábamos con vacas y montábamos en bicicleta subiendo las piernas cada vez que pisábamos una moñiga (para que no nos salpicara los pantalones, y mi madre no nos regañara), con cuidado de no caernos para evitar la visita de Don Pablo y su infalible Gamaglobulina de todos los veranos y, en alguna ocasión, nos veíamos involucradas en guerra de piedras........; estábamos en primera fila cuando Pedrito mataba chones al lado de casa y, más adelante, le acompañábamos al matadero; yo subía en el carro de Federico a repartir carbón y en la yegua de Tomás y en la de Manzanero y pasaba tardes enteras "despachando" en la tienda de Maria Julia......; la escuela de verano, con Crucita y Don Ananías; a por la leche a la caída de la tarde y, cuando ya tuvimos permiso para cruzar solos la carretera, a por pan a la panadería de Moisés, o a comprar las "chuches" de entonces a teléfonos. Para nosotras ese era un verano normal, aunque lo que contáramos a la vuelta les sonara a chino o a invención a nuestras amigas. Mi niñez está llena de esos recuerdos: el olor de la leche cuando hierve, las bandejas de arroz con leche y la compota de manzanas en la galería, las cuadra del Burgalés y de Ramón, la tienda de José Manuel, las romerías de San Justo en el corrobolos y la tienda del Pellejero, al que tanto miedo teníamos de niños..... Y, ¡cómo no!, las Ferias del Camino aquí delante, con la Guardia Civil cortando el tráfico y desviándolo por detrás.

Conforme nos fuimos haciendo mayores, crecieron las dificultades para poder estar en Ferias. Colegios primero, la universidad y el mundo laboral fueron frustrando mi asistencia según coincidieran los días de festejos con días laborales o en fin de semana. Sin embargo siempre han estado conmigo, a través de colaboraciones puntuales con el Programa, y/o con la asistencia a las mismas. Son días de reencuentro con viejos amigos y con gente de toda la vida; son una vuelta a la niñez y a los felices días sin preocupaciones; días de feria de ganado, conversaciones en buena compañía, chocolate con churros en el ferial y bailes de verbena. Son días en los que Molledo brilla con alegría y con el color de luces y banderas; pone guapa a su Virgen del Camino y sale de paseo con ella, como acabamos de hacer nosotros, abriendo los brazos para acoger a todos los que venimos a disfrutar de su Feria. Y, cuando todo acabe, recordaremos un año más la felicidad de haber estado aquí, nos invadirá la nostalgia y, poco a poco, regresaremos a nuestra rutina. Molledo recuperará el ritmo normal y será momento de pensar en las Ferias del año que viene. Para sobrellevar estos meses con la dignidad que se requiere, nada mejor que un buen guiso que nos devuelva los aromas que ahora vivimos y compartimos:

Coged una olla imaginaria bien grande, porque os voy a dar la Receta de Molledo infinito.

Una gran dosis de buena tierra, y otra igual de buena gente;

kilo y½ de monte y otro tanto de rio;

una tira larga de valle bien lavado con el rocío;

un generoso puñado de vacas y ½ de campanos;

un majado de historia y otro de personajes ilustres;

mucha, mucha tradición, y buenos amigos;

prados, ríos y montes a gusto de cada uno;

Cocinar a fuego bajo, bajito, para que todos los ingredientes vayan cogiendo algo del resto, y añadir algo de lluvia rebajada con nieve y un poco de niebla. Si nuestro guiso quedara caldoso, soplar un poco de sur para que seque el sobrante.

Nuestra olla imaginaria tiene que moverse constantemente para que la buena gente no se deshaga, no pierda su esencia, se una y conserve hasta el final todo el sabor.

Tratándose de una receta gourmet, debe acompañarse de un buen vino, de los que se sirven en esta tierra y comerlo, al menos, 1 vez al año en honor de la Mujer y Madre a la que hoy festejamos, la Virgen del Camino. A ella se encomienda la buena gente, y a ella me encomiendo yo también.

Es importante no olvidar las raíces y sentirnos orgullosos de la tierra a la que pertenecemos. Teniendo como objetivo la historia y las historias del Valle de Iguña y de su gente, se ha creado recientemente un grupo de trabajo, con Angel Acha a la cabeza. Todos los que lo integramos intentaremos dejar por escrito nuestro pasado lejano y el más reciente, para que las generaciones futuras recuerden como fuimos.

Agradezco infinitamente a todas aquellas personas que han propiciado y ayudado para que yo estuviera hoy en este balcón, y a las que menciono desde el cariño y el respeto, empezando por Teresa Montero, Alcaldesa de Molledo y a la Corporación que preside, a los miembros de la Comisión, especialmente a Sito, y continuando con mi familia y los buenos amigos que, a lo largo de los años me han ido educando, forjando, aguantando y queriendo tanto. Todos, ausentes y presentes, estáis aquí conmigo, porque, aunque alguno ya no esté, siempre anda por aquí. Por último, todo mi agradecimiento, cariño y admiración para mis padres: sin vosotros, nada de lo que aquí he contado hubiera sido posible.

¡Viva la Virgen del Camino! ¡Viva Molledo!


Noemí Cueto Fernández-Peña

Martes, 7 septiembre 2010