Buenas noches a todos.
Estar aquí y compartir este mágico momento con todos vosotros es algo que nunca me hubiera atrevido a soñar, así que voy a soñar en voz alta con todos vosotros.
La proposición de leer el pregón de estas Ferias me pilló completamente desprevenida y me llenó de preocupación por la responsabilidad que ello entrañaba.
Os pido, pues, como novata que soy en estos menesteres, comprensión y benevolencia por la falta de práctica en la lectura de un pregón que tan acertadamente hicieron todos aquellos que me precedieron en el "cargo". Y quisiera que entendierais mis palabras como un elogio lleno de admiración y desde el cariño más profundo, hacia este valle y este pueblo donde radican mis orígenes. No descubro nada diciendo que mi hilo me trae aquí y me llena de orgullo saber que aquí están mis raíces. Y si bien es cierto que el arraigo familiar puede condicionar un incuestionable cariño a una tierra, tampoco es obligado que ello ocurra. En mi caso es el resultado del profundo arraigo de mi padre hacia Molledo y todo lo que le rodea y la constancia de mi madre en su amor por él, por nosotros y por esta tierra también. Mis circunstancias, como diría Ortega, son aquellas sobre las que va a versar parte de este pregón, y no son otras que mis antepasados a los que homenajeo desde aquí por ser la primera de la familia que tiene el honor de hacerlo.
Mi padre dedicó varios veranos a investigar sus orígenes en los libros parroquiales y elaboró un árbol genealógico sobre nuestro apellido en el Valle de Iguña y otro sobre la familia Quijano, señores de la casa de Los Tiros. Los Cueto, según la anotación más antigua que se conserva estamos en Molledo desde 1616 con Sebastián García de Cueto, perdiéndose el García dos generaciones más tarde con Diego de Cueto Quevedo en 1679. En cuanto a la casa de Los Tiros, el nombre más antiguo aparecido en los textos parroquiales es el de Pedro de Quixano Teran y Aguaio, señor y mayor de las casas de Los Tiros, Teran y Aguaio, gentilhombre de los zien contínuos hijos de algo de Castilla de el servizio de su Magestad en 1623. Un siglo más tarde, el 20 de abril de 1787, Josefa de Quijano Quevedo se casa con Narciso Anastasio de Cueto y Villegas, y el apellido Cueto empieza a transmitirse desde la casa de Los Tiros. Es entonces cuando comienza la tradición familiar de poner el nombre de Fernando a uno de los hijos. Hoy, 5 generaciones más tarde, el apellido Cueto sigue en Molledo y 3 varones llevan Fernando por nombre y continuando la tradición.
Ese fuerte arraigo familiar hace que yo no recuerde ningún año de mi vida sin venir a Molledo y esta tierra está indisolublemente ligada a mí en lo personal y en los profesional, dado que mis estudios se han basado en temas vinculados con el arte, la historia y tradiciones de aquí. Mi padre, gran conversador, nos contaba una y otra vez la historia de la familia, de la casa de Los Tiros, de su padre, sus tíos, así como de muchas de las personas de aquí con las que convivió tantos años, junto con todas las batallitas y correrías de su infancia y juventud. Sus palabras denotaban el orgullo de su tradición y su pertenencia a este lugar. Por eso siempre volvía aquí.
Así que yo, desde niña tuve muy claro lo importante que era tener raíces y el privilegio de tener un pueblo. ¡Son innumerables recuerdos que tengo de mi niñez aquí! Posiblemente a muchos les haga sonreir saber que mi hermana y yo éramos las únicas niñas del colegio que íbamos a la hierba (de aquella manera, ¡claro!) , montábamos en carro, pescábamos renacuajos en los cocinos, nos cruzábamos con vacas y montábamos en bicicleta subiendo las piernas cada vez que pisábamos una moñiga (para que no nos salpicara los pantalones, y mi madre no nos regañara), con cuidado de no caernos para evitar la visita de Don Pablo y su infalible Gamaglobulina de todos los veranos y, en alguna ocasión, nos veíamos involucradas en guerra de piedras........; estábamos en primera fila cuando Pedrito mataba chones al lado de casa y, más adelante, le acompañábamos al matadero; yo subía en el carro de Federico a repartir carbón y en la yegua de Tomás y en la de Manzanero y pasaba tardes enteras "despachando" en la tienda de Maria Julia......; la escuela de verano, con Crucita y Don Ananías; a por la leche a la caída de la tarde y, cuando ya tuvimos permiso para cruzar solos la carretera, a por pan a la panadería de Moisés, o a comprar las "chuches" de entonces a teléfonos. Para nosotras ese era un verano normal, aunque lo que contáramos a la vuelta les sonara a chino o a invención a nuestras amigas. Mi niñez está llena de esos recuerdos: el olor de la leche cuando hierve, las bandejas de arroz con leche y la compota de manzanas en la galería, las cuadra del Burgalés y de Ramón, la tienda de José Manuel, las romerías de San Justo en el corrobolos y la tienda del Pellejero, al que tanto miedo teníamos de niños..... Y, ¡cómo no!, las Ferias del Camino aquí delante, con la Guardia Civil cortando el tráfico y desviándolo por detrás.
Conforme nos fuimos haciendo mayores, crecieron las dificultades para poder estar en Ferias. Colegios primero, la universidad y el mundo laboral fueron frustrando mi asistencia según coincidieran los días de festejos con días laborales o en fin de semana. Sin embargo siempre han estado conmigo, a través de colaboraciones puntuales con el Programa, y/o con la asistencia a las mismas. Son días de reencuentro con viejos amigos y con gente de toda la vida; son una vuelta a la niñez y a los felices días sin preocupaciones; días de feria de ganado, conversaciones en buena compañía, chocolate con churros en el ferial y bailes de verbena. Son días en los que Molledo brilla con alegría y con el color de luces y banderas; pone guapa a su Virgen del Camino y sale de paseo con ella, como acabamos de hacer nosotros, abriendo los brazos para acoger a todos los que venimos a disfrutar de su Feria. Y, cuando todo acabe, recordaremos un año más la felicidad de haber estado aquí, nos invadirá la nostalgia y, poco a poco, regresaremos a nuestra rutina. Molledo recuperará el ritmo normal y será momento de pensar en las Ferias del año que viene. Para sobrellevar estos meses con la dignidad que se requiere, nada mejor que un buen guiso que nos devuelva los aromas que ahora vivimos y compartimos:
Coged una olla imaginaria bien grande, porque os voy a dar la Receta de Molledo infinito.
Una gran dosis de buena tierra, y otra igual de buena gente;
kilo y½ de monte y otro tanto de rio;
una tira larga de valle bien lavado con el rocío;
un generoso puñado de vacas y ½ de campanos;
un majado de historia y otro de personajes ilustres;
mucha, mucha tradición, y buenos amigos;
prados, ríos y montes a gusto de cada uno;
Cocinar a fuego bajo, bajito, para que todos los ingredientes vayan cogiendo algo del resto, y añadir algo de lluvia rebajada con nieve y un poco de niebla. Si nuestro guiso quedara caldoso, soplar un poco de sur para que seque el sobrante.
Nuestra olla imaginaria tiene que moverse constantemente para que la buena gente no se deshaga, no pierda su esencia, se una y conserve hasta el final todo el sabor.
Tratándose de una receta gourmet, debe acompañarse de un buen vino, de los que se sirven en esta tierra y comerlo, al menos, 1 vez al año en honor de la Mujer y Madre a la que hoy festejamos, la Virgen del Camino. A ella se encomienda la buena gente, y a ella me encomiendo yo también.
Es importante no olvidar las raíces y sentirnos orgullosos de la tierra a la que pertenecemos. Teniendo como objetivo la historia y las historias del Valle de Iguña y de su gente, se ha creado recientemente un grupo de trabajo, con Angel Acha a la cabeza. Todos los que lo integramos intentaremos dejar por escrito nuestro pasado lejano y el más reciente, para que las generaciones futuras recuerden como fuimos.
Agradezco infinitamente a todas aquellas personas que han propiciado y ayudado para que yo estuviera hoy en este balcón, y a las que menciono desde el cariño y el respeto, empezando por Teresa Montero, Alcaldesa de Molledo y a la Corporación que preside, a los miembros de la Comisión, especialmente a Sito, y continuando con mi familia y los buenos amigos que, a lo largo de los años me han ido educando, forjando, aguantando y queriendo tanto. Todos, ausentes y presentes, estáis aquí conmigo, porque, aunque alguno ya no esté, siempre anda por aquí. Por último, todo mi agradecimiento, cariño y admiración para mis padres: sin vosotros, nada de lo que aquí he contado hubiera sido posible.
¡Viva la Virgen del Camino! ¡Viva Molledo!
Noemí Cueto Fernández-Peña
Martes, 7 septiembre 2010
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