martes, 28 de septiembre de 2010

SI ME PIERDO BÚSCAME EN MOLLEDO (artículo escrito para el número de septiembre de ChopperOn.es)

Mientras escribo este artículo estoy mirando un pedazo del paisaje que la Naturaleza ha tenido a bien regalarme desde la galería trasera de la casa familiar en Molledo, Cantabria. Acaban de iniciarse las siete de la tarde y la niebla reclama su sitio, acariciando la cima de los montes que tengo en frente. Extasiado, he desistido de contar al llegar a cuarenta tonalidades diferentes de verde y me he dejado embargar por la tranquila sensación de estar contemplando un gran espectáculo que, además, es gratis. Me encanta la carretera, deslizarme sobre el asfalto, leer las líneas del viaje y escribir una parte de mi biografía con la mezcla de aceite y gasolina. Nunca he sabido transmitir lo que siento encima de una moto, de mi moto, y acaso no sea este el momento apropiado para un nuevo intento. No, creo que no. Pero también me encantan estos momentos donde los minutos parecen durar el doble y nunca falta el aire alrededor. Me encanta Molledo porque es un pequeño pueblo - situado entre Reinosa y Torrelavega- donde nunca ocurre nada, en el que un sonido más fuerte de lo habitual provoca inmediatas miradas de curiosidad por su anormalidad. Algunos lo consideran aburrido por eso, yo no. Me parece magnífico que en pleno siglo XXI queden lugares como éste, a escasos 30 minutos del bullicio de Santander, donde disfrutar de la paz que entraña la búsqueda de uno mismo. Aquí soy feliz ocupado con mis libros y mis pensamientos, dejando vagar la imaginación, interrumpida de cuando en cuando con una breve conversación con alguno de los nativos, la mayoría gente que conozco desde casi mi edad. Y al igual que me ocurre con la moto, tampoco soy capaz de explicar lo que siento. Además, resulta algo tan personal que no sé si merece la pena intentarlo. Lo que sí es cierto es que ambas sensaciones, moto y Molledo, son muy parecidas. En las dos se tranquiliza la conciencia, el vértigo del mundo desaparece y se alimenta el hedonismo sin que la culpa del egoísmo atormente en exceso.

Dejar que el agobio de la vida nos supere, permitir que los problemas consigan quitarnos las ganas de disfrutar y negarnos el merecido descanso se ha convertido en algo tan habitual que ya ni siquiera lo cuestionamos. Nos hemos dejado atrapar por la modernidad, sometiendo la voluntad a sus caprichos y forzando la máquina con el carbón del conformismo. De este modo hemos aprendido a olvidar cosas tan importantes en nuestra vida como la vuelta a los pueblos donde se arraigan nuestro apellidos, donde somos conocidos por ser quienes somos y no importa que haya pasado un año, al vernos será como si hubiésemos alternado ayer mismo. Puede que haya llegado la hora de volver la vista los lugares donde nuestros ancestros comenzaron a construir lo que ahora somos. Hacerlo en moto es una buena opción, aunque eso signifique que más de uno y de dos levante la cabeza ante ese sonido tan poco habitual. En Molledo dirían algo así como " Es el Cueto con su moto" y, la verdad, reconforta que te conozcan por ti mismo. Yo, que me defino como asturiano de Madrid, tengo una parte de mis raíces paternas aquí en Cantabria, en Molledo. Me siento unido a este pueblo de un modo atávico, singular, y cuando vengo, normalmente por pocos días, siempre lamento no hacerlo más a menudo.

Ya es tarde para un café, así que creo que voy a buscar el refugio de un chispazo en el bar de Quico y, quien sabe, quizá un poco de conversación con alguno de mis antiguos compañeros de correrías infantiles. Nos vemos pronto, dentro de unos días en la Concentración del Big Twin de Castellón. En las mismas fechas, se celebran las fiestas patronales de la Virgen del Camino, patrona del pueblo, y este año mi hermana Noemí ha sido la elegida para dar el pregón. Se lo merece por entrega, por capacidad y por el corazón que ha entregado a este lugar. Un motivo de orgullo para mí y un motivo más para volver, si Dios quiere, en moto.

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