lunes, 26 de abril de 2010

Qué pena de país...

Ayer sentí tristeza al ver la portada del periódico. Una foto mostraba la legítima protesta de un grupo de ciudadanos bajo distintas enseñas de la bandera tricolor republicana. De todos los sentimientos que pude experimentar al ver esa foto, uno trascendió sobre el resto.Me dio por pensar que a lo mejor nos han mentido todos estos años y que la reconciliación nacional ha sido un embuste más de los que manejan los hilos del poder. Cuando alguien enseña una bandera bicolor con el escudo arropado por el águila inmediatamente es considerado fascista, pero cuando es al contrario y luce los colores republicanos es perfectamente admisible por progresista y libre pensador. ¡Qué pena que tras treinta y tantos años todavía usemos banderas para separarnos. Ya no sé cuantas Españas hay, si hay dos o doscientas. Lo que sí he leído es que hubo un gran enfrentamiento en nuestro país cuando media España provocó a la otra media. La verdad es que no me gustaría que se repitiese, aunque la Historia nos demuestra dolorosamente que las estupideces de los hombres vuelven una y otra vez. Quosque tandem abutere...

lunes, 12 de abril de 2010

TRES PALABRAS (ChopperOn, abril 2010)

Era tarde, muy tarde, pasada la hora nona, cuando el articulista se sentó frente al escritorio, dio un sorbo a la taza de café y encendió un cigarro, como de costumbre. Era un ritual que jamás se saltaba. Sorbo de café y cigarro antes de coger la pluma y enfrentarse a la primera de las hojas inmaculadamente blancas que esperaban, perfectamente ordenadas, delante de él.

Estaba preocupado porque unos minutos antes el editor de la revista le había reclamado el artículo mensual, acortándole en siete días la fecha de entrega. Sentado allí, no tenía ni idea de lo que pensaba escribir y un amago de pánico alteró su calma habitual por unos pocos segundos. Una nueva calada señaló el inicio del proceso de pensar en algún tema sobre el cual escribir. Esta vez no tenía ni idea de qué debería abordar. Normalmente manejaba una pequeña libreta gris, gastada por los bordes, en la que apuntaba aspectos que le resultaban interesantes, luego, la pluma dibujaba una composición de palabras que encadenaban su opinión sobre cualquier aspecto de la realidad. Pero esta vez la libreta no pudo ayudarle porque llevaba días sin anotar nada en ella, así que hoy se encontraba solo, huérfano de recursos, y dio una calada de gracia al cigarrillo antes de aplastarlo inmisericorde.

Las hojas, desafiantes, le retaban a iniciar al duelo regular pero él hizo como si las ignorase, cada vez más nervioso y preocupado por la ausencia de las musas. Decidió que sería bueno distraerse mientras permitía que su mente volara libremente en busca de la inspiración esquiva. Eran muchos los temas que la actualidad le ofrecía, pero ninguno motivaba su interés. ¿De qué iba a escribir? ¿De la próxima subida del IVA que empobrecería más aún la economía de los ciudadanos? ¿De los escándalos de corrupción en las Baleares que avergonzaban la dignidad de un pueblo cada vez más humillado por la corrupción? ¿De las campañas encargadas -¡y pagadas- por la Comunidad de Madrid que prometían ser una tapadera de financiación ilegal? ¿De la fractura social que estaba creando el caso del juez Garzón? ¿De la persistencia del gobierno en insistir sobre la denominada “memoria histórica” –o histérica- y la memez de desenterrar los viejos fantasmas de la guerra civil en lugar de hacer una ley que reconozca de una vez por todas los derechos de los combatientes en esa estúpida contienda, y con ello las indemnizaciones o pensiones que corresponda? ¿Del empeño de los dos grandes partidos en bloquear el debate sobre la injusta y antidemocrática ley electoral?

Eran tantos los temas sobre los que podría explayarse que decidió plasmar sobre el papel su opinión sobre todos ellos. Encendió un nuevo cigarro que depositó inmediatamente en el pesado cenicero de bronce y desenroscó la pluma lentamente, al igual que el duelista haría con su espada. Observó detenidamente el filo de la punta, cogió el cigarro y le dio una calada profunda, dejando que el humo invadiese por entero los pulmones y entonces permitió que la pluma acariciase con dulzura el folio, dejando un rastro de tinta a modo de triunfo. Fue un instante, apenas unos segundos. Aliviado se echó hacia atrás para observar lo que había escrito y sonrió mientras leía en voz alta las tres palabras que reunían todo el significado de su indignación:

- ¡Que os den!

Y firmó para no ceder jamás a la tentación de desdecirse.

Cinco horas con Delibes en Molledo (El Diario Montañés.

Molledo Portolín es un pueblo de Cantabria, situado a medio camino entre Reinosa y Torrelavega, donde Miguel Delibes pasó momentos inolvidables de su infancia y es donde se sitúa la trama de El Camino. Ayer los vecinos del pueblo decidieron hacerle un homenaje con una lectura del libro. Es un pueblo que conozco bien porque mis padres tiene una casa allí que también ha albergado las travesuras de mi infancia.
Hasta hace poco más de ocho años, Miguel Delibes regresó a Molledo cada verano y se hospedaba en casa de alguno de sus hermanos. Para él este pueblo del valle de Iguña siempre ha sido un sitio especial y así lo afirma en una carta que remitió a la alcaldesa, Teresa Montero. «Para mí Molledo ha sido desde niño pueblo de culto y refugio seguro», subrayó entre sus letras. Son tantos los recuerdos y las anécdotas del literato en esta localidad cántabra que el Ayuntamiento le bautizó como Hijo Adoptivo en julio de 2009 y puso su nombre a El Portalón, la calle que pasa por delante de la casa que vio crecer de año en año al escritor.

http://www.eldiariomontanes.es/v/20100411/cultura/literatura/cinco-horas-delibes-molledo-20100411.html