martes, 23 de diciembre de 2008

¡Que breve! ¡Qué bueno! (artículo aparecido en el Nº 6 de ChopperOn)

A menudo asistimos a largas diatribas sobre el bien y el mal; conversaciones o monólogos en forma de discurso que no buscan otra cosa que llenar el hueco de las exigencias puntuales. Vivimos en la época de la palabrería – charlatanería, que hubiese dicho Gracián – como un método en el cual nos sentimos más importantes, más entendidos, más admirados por los demás, incluso. Se ha perdido la concisión, la fuerza del concepto en el mensaje. Hablamos mal y más de la cuenta. Es un hecho.
En la Literatura ocurre lo mismo. ¿Cuántas veces hemos leído un libro al que le sobran un montón de páginas tediosas que nos desesperan por su vaciedad? Yo, demasiados, a qué negarlo. Recuerdo con horror el título de varios que prefiero no citar por pudor, pero cada uno puede poner en su lista los que guste.
Todo esto viene a cuento de una frase que me he encontrado por casualidad y cuya autoría se atribuye al dramaturgo William Shakespeare: “La brevedad es el alma del ingenio.” Esta cita me recordó un relato breve que escribí hace ya muchos años y que viene a ilustrar, creo, la fuerza de las palabras no dichas y/o escritas frente a la fortaleza del concepto. A veces, lo que no se expresa es mucho más importante que lo se dice. Lo titulé igual que el título que da pie a estas letras.

"El principio del fin"

Ocurrió de madrugada, antes mucho antes de que el despertador atronase mis oídos. Recuerdo que me desperté sin titubeos, no como siempre lo hacía, manteniendo los ojos cerrados mientras buscaba fuerzas para rechazar la llamada de la responsabilidad. Esta vez abrí los ojos al instante y me incorporé en la cama. Carla miraba por la ventana. Estaba preciosa con su camisón corto pero mi pensamiento repudió el deseo. Quería saber.
- Tenía que llegar – susurró Carla sin volverse.
Sólo entonces comprendí que aquello era el principio del fin. Sin pedirlo una lágrima afloró en auxilio de mi corazón. Me levanté y rodeé la cintura de Carla mientras mis lágrimas seguían la dirección de su mirada. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Noviembre 2008

miércoles, 5 de noviembre de 2008

LAS FORMAS YA NO ESTÁN EN FORMA (artículo escrito para el número 5 de la revista ChopperOn).

En ocasiones uno echa de menos ciertos convencionalismos desaparecidos en la descarnada vorágine de los nuevos tiempos. Me explico, en mi educación infantil se concedió gran importancia a las normas que regían las relaciones sociales como un distintivo de educación y cortesía imprescindibles para moverte con seguridad en la sociedad. Pues bien, hoy en día, actitudes básicas de urbanidad como ceder el paso o el asiento a una mujer, respetar a tus mayores, usar correctamente la paleta de pescado o limpiarse los labios antes y después de beber en las comidas han visto disminuida su importancia en nuestros tiempos. Personalmente me parece una pena, quizá porque en el fondo soy un romántico que prefiere el beso en la mano de una dama (mientras ésta lo es, por supuesto) antes que en la mejilla y considero que un duelo bajo normas caballerescas es infinitamente mejor para resolver cualquier desavenencia que una pelea tabernaria, por poner algunos ejemplos.
Pero no he venido a asomarme a vuestras pantallas para quejarme sobre la desaparición de las normas sociales y sí a lamentarme - y mucho- de las que se han esfumado en el territorio de las dos ruedas. O tempora o mores. ¿Qué ha ocurrido con la cortesía que los motoristas han tenido siempre para con sus semejantes? ¿En que curva se han extraviado los buenos modales que nos distinguían, y lo teníamos a gala, del resto de los mortales que montaban cuatro ruedas? Hubo un tiempo en el que la corrección era la norma preponderante entre los centauros de hierro y aceite; un tiempo en el que el saludo era santo y seña de nuestra hermandad; en el que detenerse ante un motorista parado era un deber, no una elección. Hoy poco queda de aquellos hábitos. Hoy prima el individuo en su desconfianza hacia los demás. Hoy…
Últimamente resulta difícil cruzarte con un motorista que responda a tu saludo y he visto a infinidad de ellos pasar sin detenerse siquiera a preguntar a un compañero detenido en el arcén. Antes, cuando comprabas una moto venía de serie un código no escrito con un decálogo de buenas maneras que todos asumíamos como propio. Me atrevo a decir que las señales y formas propias de los motoristas eran entendidas y respetadas por todos o al menos por la gran mayoría. Eso se terminó con la llegada de miles y miles de advenedizos que han poblado nuestras carreteras sin hacerse cargo de lo que lleva aparejado montar en moto. Es así y así hemos de aceptarlo porque no queda otro remedio que el pataleo. La verdad es que ya no me siento identificado con cualquiera que conduzca una moto y estoy hasta las fosas nasales de saludar sin recibir respuesta. Como muestra, una anécdota. Hace algún tiempo se paró una Sporster nuevecita a mi lado en un semáforo. El ejecutivo impecable que la montaba lucía una mueca de suficiencia ensayada largamente. Aún así, torcí la cabeza en su dirección y le dediqué un breve saludo con una sonrisa. Él, lejos de responder, comenzó a ponerse nervioso y en cuanto pudo aceleró para alejarse del peligro que suponía relacionarse con ese macarra de la HD azul. Lo único que puedo decir es que mi perplejidad no alteró mi mala leche, así que hice lo que mejor se me da, que no es otra cosa que joder la vida de los gilipollas, y estuve persiguiéndole Castellana abajo y sonriéndole en cada semáforo hasta que me cansé.
La cuestión es que no confío en que esto mejore y me temo que estamos abocados a añorar los buenos tiempos, cuando ir en moto tenía algo de hermandad. Lo que me trae a la cabeza que los británicos, siempre tan respetuosos de las tradiciones, tienen un sistema de saludo entre los motoristas equilibrado y elegante a la vez. El gesto consiste en una gentil, aunque comedida, inclinación de cabeza. Todo muy polite, cierto, pero resulta un gesto esencial entre caballeros, que es lo que yo considero a todos los lectores de ChopperOn. De ese modo, me despido. Mis respetos, gentlemen.

domingo, 26 de octubre de 2008

martes, 21 de octubre de 2008

CREG NY BAA: LA BONITA HISTORIA DE UNA HISTORIA BONITA.


Érase una vez un grupo de motoristas que se llamaban a sí mismos Vaca Grasienta que cumplieron el viejo sueño, largamente anhelado, de ir a la Isla de Man, país formalmente independiente, aunque es dominio personal de la monarquía inglesa, y meca de los amantes de las 2 ruedas gracias a que es escenario de una de las pruebas motociclistas más famosas y legendarias, el Tourist Trophy. Sus miembros se reunían de vez en cuando para compartir unas cervezas y algunos kilómetros, rematados, casi siempre, por la ingesta de un chuletón (o similar) tierno y sabroso, de ahí, precisamente, el nombre del grupo.Un buen día, tras años y años de discutir sobre el tema, simplemente dejaron de hablar y decidieron que había llegado la hora de emprender viaje hacia la isla aprovechando que se celebraba el Southern 100. Ni cortos ni perezosos, 14 de ellos se encomendaron a los dioses del asfalto, montaron en sus motos y pusieron rumbo a su destino. Al cabo de 4 días de kilómetros empapados por dentro y por fuera, cansados y satisfechos, por fin llegaron a la isla de los gatos sin cola, donde el alma de la tierra es verde y el viento envuelve con su abrazo las sonrisas de los motoristas apasionados. Llevaban en la mochila de sus sueños la obligación de sentir y disfrutar el escenario mítico donde cada año, desde 1907, los valientes retan a la vida a 130 millas por hora. En el macuto de la espalda guardaban una placa/ homenaje en recuerdo de Juan García de Aguinaga, miembro del grupo, fallecido en un absurdo accidente de moto en 2007.Tras tomar contacto con la realidad de los Manx (así se llaman los autóctonos) se empeñaron en la hermosa tarea de buscar un lugar adecuado donde descansar la placa. Después de breves escarceos con amables y chisposos lugareños dieron con uno que les indicó la conveniencia de visitar el pub situado en Creg Ny Baa, una de las curvas más hermosas de la isla y, como no, del TT. Llegaron hasta allá con el estómago ansioso y la garganta seca, prestos al desinteresado hermanamiento con los locales que tanto solían practicar en sus viajes, cuando se presentó ante sus ojos una de las postales más bellas que el ojo humano puede contemplar. De inmediato decidieron que aquel sería el lugar desde donde su querido hermano descansase del viaje. Contaron su historia al dueño del pub , quien no puso problemas a que la placa quedase alojada en una roca sobre el verde césped británico y el bravo mar atlántico frente a su vista. Emocionados y satisfechos por el objetivo cumplido subieron a sus motos y emprendieron el viaje de regreso a su país.
Hasta aquí, todo normal, cierto es. pero lo que dota a la historia de una impronta singular es que una vez regresados uno de los Vaca Grasienta empeñó su tiempo en conocer el significado de Creg Ny Baa y su sorpresa fue mayúscula al conocerlo: la traducción al español del lugar donde descansa la placa/ homenaje de Juan Vaca Grasienta se llama nada menos que La Roca de la Vaca.

A modo de final confieso que, como creyente, pienso que nuestro amigo Juan hizo que siguiésemos el colín de su Ducati hasta aquel sitio porque era allí donde quería que colocásemos la placa, no como homenaje a él, sino como reconocimiento a Vaca Grasienta por cumplir por atrevernos a aparcar las palabras para cumplir un sueño colectivo, tan firmemente deseado. Él no quiere descansar en Man, asistirá a cada salida, a cada viaje, a cada comida o cena. Porque es Vaca Grasienta y estará donde se encuentre cada uno de nosotros. Por eso, hoy, a la hora de cerrar este artículo después de enterrar a mi padre fallecido el martes, permitidme que le haga una petición personal. Juan, compañero, te pido que recibas a mi padre, Fernando, allí donde haya llegado y le sirvas de cicerone de su nueva vida. No te costará reconocerlo porque es más alto que yo y tiene una sonrisa singular. Sé que a tu lado será feliz pero te advierto que no tengo claro que le gusten mucho las motos, aunque en lo años 50 tuvo los redaños – entre otras muchas cosas - de trasladar sus 196 cm de altura de Madrid a Asturias (y viceversa), pasando el puerto de Pajares, en su Vespa blanca, con el cuerpo forrado de papel de periódico para mitigar el frío. Y a mí, sólo por eso, me parece que se merece la consideración de motorista.

Un poema de Borges enviado por mi amiga Marta.

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

jueves, 25 de septiembre de 2008

lunes, 21 de julio de 2008

The Raven



En el segundo intento salto, poco, no como JuanDa... ¡pero salto!
Y levantar más de 400 kg no es fácil. Teniendo en cuenta lo que pasó días después con el manillar, me pude dar una ...

martes, 15 de julio de 2008

Isla de Man- El viaje

Tendría que escribirlo, pero me da pereza. Por ahora prefiero mostrarlo. 
Nos fuimos 14 motos + 1 (nuestro amigo Juan siempre viaja con nosotros abriendo el camino sobre su preciosa Ducati). Dimos un rulo por Londres, con parada a comer unos noodles en Candem, fuimos al Ace Cafe (por segunda vez en mi moto), hicimos el circuito del TT y brindamos por Santi Herreros con un botellín de Mahou en la milla 13, llevamos a Juan a Creg Ny Baa... ¡y disfrutamos! Joder cómo disfrutamos. Aquí van algunas fotos, sin orden ni concierto. las voy poniendo según las veo, pero el orden de los tiempos no altera el disfrute.
Entrenos del Southern 100. Otra categoría, otro punto de vista.
Impresionante!!


Southern 100. Las clásicas a punto de partir.
Juanda y Gonzo.
Rulo por Picadilly en las motos. El metro sirve para medir.
Bonita foto de Juanda por las carreteras de la isla.
Va por ti, Santi, y por todos los pilotos que han contribuido a hacer de La Isla de Man lo que es hoy para los amantes del motociclismo.
Con Sunde en Candem.
Creg Ny Baa. Goza de una de las vistas más bonitas de la isla. 
Situado en una curva a derecha después de Kate's Cottage. 
Una de las partes más rápidas del circuito.

Llegando a Creg Ny Baa. Todavía no sabíamos lo mucho que iba significar para nosotros.
Con JuanDa en la salida del TT.
Una foto que llegó con 4 años de retraso.

Nuestro "chapter local" en Honington.

Un par de vídeos en la Isla de Man (para abrir boca)


Desde mi moto, persiguiendo a JuanDa por el trazado del TT.


Entreno en el Southern 100.

lunes, 14 de julio de 2008

Go Back Home

Lo hicimos. Fuimos a la Isla de Man y recorrimos el trazado del TT, homenajeamos a Santiago Herrero y llevamos a nuestro amigo Juan a Creg Ny Baa... pasando de nuevo por el Ace Cafe.
Las motos que fuimos al viaje - 14 + 1 - delante de la puerta del Ace Cafe, en Londres.

martes, 1 de julio de 2008

IN COW WE TRUST



Que viene a decir Creemos en la Vaca, una divisa que parodia la archifamosa In God We Trust de los norteamericanos. Una creencia banal, cierto, pero creencia, al fin y al cabo. Y ya es mucho tener una creencia en un tiempo de incertidumbre económica, crisis de personas e ideologías y tendencias criminales en la sociedad de consumo, aunque sea en una vaca. Pero no crea el lector que significa creer en la vaca como animal herbívoro por los excelentes ratos gastronómicos que tiene a bien regalarnos de vez en cuando, que también, más allá de eso supone la divisa oficiosa de un grupo de amigos constituido al amparo de la profesión publicitaria de la mayoría de sus integrantes, como el que suscribe. Bajo el nombre de Vaca Grasienta se “funda” un AMC, un amotoclú no oficial, con símbolo pero sin colores en la espalda y ese tipo de cosas que complican la existencia de los grupos de motoristas. Personalmente no tengo ni puñetera idea de en qué cosa o ser cree cada uno de los miembros, ni me importa, la verdad. Sé en qué creemos cuando nos juntamos para reír, rodar, comer, beber o escuchar música y eso me basta para querer estar junto a ellos.

Creer significa, de algún modo, imaginar, soñar, tener esperanza en algo o alguien. Yo tengo mis propias creencias, desde luego, las cuales conforman un carácter y una forma de ver la vida. Creo en el honor, en la palabra dada, en el valor de la amistad, en el amor y en la justicia. Pero también creo en la carretera, en el viento sobre la cara, en los amigos que están por conocer en algún kilómetro y en el asfalto sobre el que se ha cimentado la leyenda de las dos ruedas. Por ello, cuando vea la luz esta revista, estaré viajando sobre mi Road King, acompañado de otros catorce vacas grasientas, camino de la Isla de Man para asistir al Southern 100, una prueba que se corre sobre circuito urbano en el sur de la isla.
Creo que he querido ir a la Isla de Man toda mi vida. Creo que llevábamos demasiados años hablando de esto durante las sobremesas sin ponernos en marcha. Creo que para un aficionado al motociclismo es como un santuario. Creo que debo recorrer las mismas carreteras que antes han recorrido Hailwood, Fogarty, Agostini y tantos grandes pilotos. Creo que hay que hay que acercarse a la milla 13 y llevar un par de botellines a Santi Herreros. Creo que hay que vivir los sueños que uno tiene siempre que sea posible y éste ha sido alimentado durante demasiados años.
Podría seguir escribiendo horas sobre el tema, pero creer por creer, creo que la naturaleza de la especie humana no es buena. Ya sabéis, homo hominis lupus y todo eso. Quizá sea la razón por la cual he decidido dejar de creer en los hombres y poner toda mi fe en un puñado de vacas. Al fin y al cabo In Cow We Trust.

miércoles, 25 de junio de 2008

León 2008




Varios miembros de Vaca Grasienta calentamos motores para el viaje a la Isla de Man. Quedan sólo 7 días. Las fotos son por cortesía del amigo Bram.