viernes, 19 de octubre de 2012

Me atrevo a compartir este brillante artículo tomado de http://www.jotdown.es/


Enric González: Con todos mis respetos

Posted by Enric González
El nacimiento de mi hija fue complicado. Clara y Lola, su madre, tuvieron que permanecer un cierto tiempo en la unidad de cuidados intensivos de la Clínica Dexeus. Resultó que la Seguridad Social sólo cubría el parto y el resto me correspondía a mí. La factura ascendió a 12 millones de pesetas, lo que entonces costaba un piso. Me era imposible pagar. El diario El País, que entonces dirigía Juan Luis Cebrián, se hizo cargo del asunto. El mismo diario, con el mismo director, me pagó cursos en Esade y me procuró una beca en Estados Unidos.
No quiero olvidar esas cosas.
Incluso teniéndolas presentes, ahora comparto la opinión universal sobre Cebrián. A mí también me causa horror y una cierta repulsión. Pero prefiero pensar que está enfermo y que la cura a su enfermedad no puede pagarse con dinero. No debe ser, como pensé hace unos años, un simple caso de ludopatía bursátil. Si fuera así, habría recuperado ya la lucidez. Dudo que lo suyo tenga remedio. Es una lástima.
Después de 27 años en El País, creo que debo irme. La decisión de despedir a un tercio de la redacción me permite acogerme, sin negociaciones particulares, a la indemnización que se establezca para el colectivo. El Paísha hecho por mí mucho más que yo por él y hasta no hace mucho confiaba en que pese a la crisis, la general y la del sector, lograría superar sus disfunciones. Ya no confío. Conviene, sin embargo, subrayar algo: en 1976 trabajaba en la Hoja del Lunes de Barcelona y cuando llegó a mis manos el primer ejemplar de El País pronuncié una frase lapidaria: “Esto no dura seis meses”. Como se ve, carezco de dotes proféticas.
Desconozco quién figura conmigo en la lista de los que se van. Solo sé que son compañeros y amigos. Igual que casi todos los que se quedan. Por eso quiero suponer que me equivoco de nuevo y que El País, que seguirá contando tras los despidos con bastantes de los mejores periodistas de España (e, inevitablemente, con unos cuantos personajes lamentables), aún valdrá la pena.
He escrito estas líneas con vergüenza. Que yo deje un empleo carece de interés. Que más de diez docenas de periodistas sean despedidos de un periódico que baña en oro a sus directivos y derrocha el dinero en estupideces es bastante grave. Que en España haya millones de personas sin trabajo y con muchísimas dificultades para llevar una vida digna, mientras algunos se enriquecen a costa de la miseria ajena, es una tragedia.
Perdonen el desahogo. No volverá a ocurrir
(enlace al original)

http://www.jotdown.es/2012/10/enric-gonzalez-con-todos-mis-respetos/

domingo, 7 de octubre de 2012

CREO QUE LO HE ENTENDIDO, DON LUÍS (en memoria de Luís Gómez Llorente)




Hace muchos años el azar de la vida se conjugó con mi rebeldía juvenil y me llevó a estudiar el bachillerato – entonces se llamaba BUP- al instituto Joaquín Turina de Madrid, donde pasé una de las mejores épocas de mi vida a pesar de mi evidente  falta de esfuerzo en los estudios. En mi tercer y último año me quedé prendado de una preciosa rubia de ojos azules y sonrisa franca a la que tampoco yo pasé inadvertido. Durante dos años vivimos un amor adolescente que duró lo necesario para forjar una sólida y duradera amistad que ha resistido firme las numerosas ausencias con las que la vida ha ido conformando nuestras historias personales. Aquella chica, tras unas semanas de relación, me conminó a subir a buscarla a su casa, en lugar de quedarme los diez o quince minutos de rigor esperando en el portal, cosa que hice dominando la incomodidad que me producía. Fue entonces cuando conocí a su padre, un hombre afable que remataba su porte sosegado con una pipa que transmitía una discreta elegancia al conjunto. El padre de mi amiga resultó ser Luís Gómez Llorente, un peso pesado en el PSOE y vicepresidente primero o segundo del Congreso de los Diputados (ha ocupado ambos cargos). Por aquellos días yo militaba en un partido antagónico del suyo y mi chaqueta se adornaba con insignias que a buen seguro no eran de su agrado pero jamás se permitió hacer observación alguna. Cada sábado, invariablemente, repetía el ritual de subir a su casa y saludar a sus padres y con el tiempo fui entablando un diálogo cada vez mayor con Don Luís, nunca pude tutearle a pesar de su insistencia. Él siempre mostró un interés en hablar conmigo, supongo que más allá de que le divirtiese que su única hija saliese con semejante espécimen debió ver a un joven con un enorme interés por la historia y la política y con ganas de saber la realidad de entonces de primera mano. Me gustaba hablar con él, tanto que a veces patricia tenía que arrancarme de la silla. Poco a poco fue inculcándome la necesidad de aprender sobre lo opuesto para poder conformar una idea exacta del pensamiento individual. Recuerdo su gran biblioteca donde no faltaban los textos de los grandes pensadores ni, para mi sorpresa, las obras guías del fascismo, el falangismo y hasta el abominable Mein Kampf de Hitler. Don Luís no combatía ninguna idea que no conociese en profundidad. Me regaló un libro que había escrito sobre Rosa Luxemburgo y tuvo la deferencia de prestarme varios libros sobre el pensamiento revolucionario. Gracias a él pude leer a Marx, Engels, Trotsky, Pablo Iglesias y varios otros que me ayudaron mucho a construir mis convicciones y a comprender que la mayoría de las veces no estamos tan alejados, aunque los aspectos que nos diferencian son trascendentales para no llegar a un acuerdo, y que casi siempre se parte del mismo tronco para conformar árboles distintos. Me enseñó algo fundamental: que la enemistad no viene de serie con la posición política y que no se debe confundir al rival con el enemigo.
El viernes me enteré de su fallecimiento y corrí al Tanatorio con los ojos húmedos a fundirme en un abrazo con Patricia, dar un cariñoso beso a Mayte, su viuda, y a despedirme de él para decirle que todo lo que había hecho por mí no había caído en saco roto, aunque sospecho que él hace años que lo sabía. Mientras conducía mi mente se llenaba de recuerdos imborrables y momentos de conversaciones que mantengo sorprendentemente frescas en la memoria. Una vez allí, Mayte recordó aquella noche en la que España estuvo al borde de una guerra civil y en la que yo estuve intentando consolarlas a ambas durante la infamia del secuestro de su padre y el resto de los diputados. Ha sido un momento emocionante que jamás podré olvidar.
Como creyente creo que Don Luís se encuentra en un lugar mejor donde debatir sin riñas y fumar su pipa en paz. Como individuo creo que el mundo ha perdido un poco de integridad con la marcha de un hombre bueno, honesto y valiente. Una pena de la que tardaremos en recuperarnos. Hasta siempre, Don Luís.

Semblanzas en:
-http://politica.elpais.com/politica/2012/10/05/actualidad/1349437419_685106.html
- http://www.publico.es/espana/443500/gomez-llorente-maestro-y-tribuno
-http://www.elnortedecastilla.es/agencias/20121005/mas-actualidad/espana/fallece-luis-gomez-llorentehistorico-socialista_201210051051.html
-http://www.rtve.es/noticias/20121005/fallece-luis-gomez-llorente-historico-socialista-se-enfrento-felipe-gonzalez/567500.shtml
-http://es.wikipedia.org/wiki/Luis_G%C3%B3mez_Llorente



jueves, 4 de octubre de 2012

LIVE TO RIDE (artículo para ChopperOn, octubre 2012)



 Me encanta montar en moto, no es ningún secreto. Me ha gustado desde que era niño y me quedaba fascinado ante el escaparate donde lucían orgullosas una OSSA Enduro y una Laverda que juntas proponían dos estilos distintos, aunque para el niño que fui era uno solo, un estilo que imaginaba sería maravilloso y misterioso, apasionante en la aventura de recorrer las carreteras del mundo en solitario. ¡La de coscorrones que me he llevado de mi madre por retrasarme camino de la misa dominical atrapado por la magia de las dos ruedas! Pobre, supongo que aquellos golpes tenían la doble misión de conducirme por el camino recto y evitar la posibilidad de que siguiese la senda incierta de su hermano pequeño, mi tío José Miguel, héroe de mi infancia y verdadero culpable de que el virus de las dos ruedas creciese en mi interior. A lo largo de mi vida he tenido muchas motos y la satisfacción de conducir muchas otras más y ahora no importa que los años que se acumulan, unidos a mi deplorable condición física, hagan cada vez más pesada la acción de coger La Bonita. Todo termina en cuanto me subo a ella y la escucho ronronear traviesa y cariñosa, presta a conducirme todo lo lejos que quiera llegar. Juntos formamos una pareja indisoluble que dura más de quince años ya. Ambos hemos sufrido achaques que han ocasionado la incorporación de piezas extrañas en nuestro cuerpo para seguir funcionando con normalidad, pero seguimos en la brecha a pesar de todo. No voy a intentar explicar lo que siento porque es algo íntimo que nos corresponde a ella y a mí y revelarlo sería una traición mayúscula indigna del caballero que soy. Lo que sí puedo compartir es que cuando enfilo la carretera y me concentro en disfrutar del asfalto el mundo da un giro por completo, convirtiéndose en un lugar maravilloso donde no existe la prima de riesgo, ni la pobreza infantil, ni tampoco la corrupción. Los árboles sustituyen a la violencia policial contra los que protestan y las aguas de los ríos desplazan la subida de impuestos y la dramática disminución de los servicios sociales. Basta un suave giro de muñeca para que se esfumen los canallas que abogan por el enfrentamiento entre hermanos y conseguir que la sonrisa sustituya el permanente rictus de amargura de cada día. Nada importa cuando la alfombra de asfalto se extiende ante ti sin final. Nada excepto el disfrute de la propia soledad, dialogando con el viento bajo la protección del cielo. No es que la mente se quede en blanco, sino que las únicas imágenes que recibo provienen de un placer tan irracional como limpio que convierte cada viaje en una experiencia distinta. Lo dicho, cuando monto en moto la realidad deja paso a una nueva realidad que no supe que existía, la fui descubriendo con la experiencia. Y en ella no hay nada de la otra, la que vivo a diario. No, en ésta no caben desgracias y eso me hace pensar que debería montar más en moto. Sí, debería hacerlo.

martes, 2 de octubre de 2012

BAJO LOS ADOQUINES DE LA TIRANÍA



No hay día en el que las noticias no mezclen los problemas económicos junto al recurrente tema de la independencia catalana. Frente a lo primero, la verdad, no sé qué hacer excepto seguir trabajando con la incertidumbre de si mañana seguiré teniendo negocio o no. En cuanto a lo segundo, acabo de escuchar en La Brújula algo que se ha olvidado en
 la memoria colectiva, y en particular en la de los socialistas. En su séptimo año de mandato, Felipe González, ante la insistencia de los nacionalistas, amenazó con ejecutar el artículo de la Constitución que permitía suspender la autonomía catalana. Bien, quizá haya llegado el momento de encarar el problema con altura de miras y convocar un referéndum, tal y como exigen algunos. Eso sí, un plebiscito total, una consulta en toda España porque hablamos de un territorio global en el que todos tenemos algo que decir. Si en ese hipotético escenario se decide que España no es una y sí cincuenta y una, perfecto. Si no es así... que dejen de joder con este tema y se pongan de una puñetera vez a trabajar para ver si salimos de ésta lo menos damnificados posible. Millones de españoles respirarán aliviados.

SIN PALOS DE CIEGO


Llevo desde el viernes pensando en algo que una amiga me planteó. Resumiendo venía a preguntarme si no estaba pecando de partidista al denunciar sólo la incorrecta actuación policial y no tener en cuenta la provocación que reciben.La verdad es que no se me ha quitado de la cabeza el que alguien pueda pensar que al no nombrarla esté sancionando su uso en nombre de la indignación.
 Pues bien, quiero dejar bien claro que no es así. No apoyo ningún acto de violencia, venga de donde venga. Lo que sí quiero dejar claro es que mientras una persona que se muestra violenta puede ser identificada y detenida para que responda de su actuación, un policía parece tener patente de corso para abusar de su privilegio y de su armamento reglamentario. Y eso da miedo. La violencia del Estado es peligrosa y hay que atajarla de raíz.