Hay cosas realmente difíciles de comprender, cosas que suponen un
desafío al sentido común y contribuyen a llenar de vergüenza la conciencia
colectiva de un país. El plan para la centralización de la compra de espacios
en medios de comunicación y demás soportes publicitarios, llevado a cabo por la
Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas (CORA), es una de
ellas. Este plan, inicialmente ideado para optimizar los recursos comunes en
bien de todos, se ha convertido desde el principio en un fiasco al convertir a
las empresas participantes en chamarileros de segundo orden donde sólo
importaba el coste, despreciando cualquier otro aspecto cualitativo.
Desde el
concurso principal, en el que se valoraba la estrategia, es decir, el más
importante aspecto cualitativo, con un paupérrimo 20%, era un claro indicador
de que el Gobierno no tenía intención alguna de tener en cuenta la calidad de
las ofertas, tan sólo les preocupaba el precio. Así, despreciaron las 5
propuestas mejor valoradas por estrategia y curiosamente se quedaron con las 5
peor calificadas en ese aspecto pero que presentaron unas ofertas tan
increíblemente bajas que hasta la asociación Agencias de España (AdE), entidad
que agrupa a muchas de las agencias de publicidad y centrales de medios de
capital netamente español, protestó avisando reiteradamente del tremendo error
que iban a cometer.
Fiel a su
costumbre de decir de puertas a fuera una cosa y actuar del modo contrario
dentro de casa, el Gobierno hizo oídos sordos a los lamentos de los
profesionales de la comunicación y se empeñó en seguir por la senda del
pragmatismo económico.
Hoy, su
error está dando lugar a situaciones tan esperpénticas. como que, para
solucionar este gran sinsentido que ellos mismos han creado, obligan ahora a
incluir una estrategia de medios en los concursos creativos a las mismas
empresas a las que les negaron ese valor con anterioridad. Esto es,
'chantajean' a las empresas concursantes para que realicen gratis el trabajo
que no quisieron valorar.
En este
punto conviene preguntarse, ¿es esto lo que entiende el Gobierno como marca
España? ¿Este es el modo en el que pretenden dar valor a las iniciativas
empresariales de nuestro país?
Se les
llena la boca de declaraciones grandilocuentes hablando de la capacidad y el
intelecto de las empresas españolas para luego ignorar con alevosía estas
mismas capacidades. Así nos va y así pinta el futuro, la menos a corto plazo.
Este
Gobierno, que ha demostrado ser vivo ejemplo del carácter de Sancho Panza, es
maestro de la falacia y la hipocresía; del mentecatismo recalcitrante y la
desidia. Es un momento aciago para la marca España.