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lunes, 10 de julio de 2017

Ardieron las calles al son del G20.

Las manifestaciones que han tenido lugar durante estos días se han saldado con más de 210 manifestantes detenidos y 213 agentes heridos. Un mal balance para todas las partes.

Terminó la reunión del G20 y comienza a hacerse el balance de una reunión que casi nunca ofrece nada sorprendente. Quizá lo más interesante ha sido el esperado encuentro entre los los líderes de dos bloques que parecían haber desaparecido pero que ellos mismos se empeñan en mantener, Putin y Trump, y el aislamiento del presidente estadounidense en su postura sobre el cambio climático. Pero la verdadera noticia cuando se produce este tipo de reuniones suele encontrarse en las calles de la ciudad de turno que la acoja. La protesta masiva -y organizada- se ha convertido ya en un clásico esperado por quienes apoyan la antiglobalización (sic), un término un tanto confuso por la amplitud de su significado y porque puede usarse a favor o en contra, dependiendo de quién o qué esté detrás. Como no podía ser de otro modo- ¿a alguien le sorprende?- las calles de Hamburgo han sido tomadas por fanáticos de ultraizquierda cuyo único objetivo parece ser crear el caos y sembrar el miedo en la ciudadanía. Encapuchados y mayoritariamente vestidos de negro para evitar ser identificados (sic) centenares de estos energúmenos han creado un escenario casi bélico, consiguiendo el trofeo de aparecer en todas las noticias, en todos los medios de comunicación. Desde aquel terrorífico Seattle donde la desproporcionada actuación policial causó una violenta respuesta entre los manifestantes, el joven, o no tan joven embozado que se precie considera instrumento de opresión cualquier vehículo aparcado en la calle; cualquier comercio local, farola o banco para sentarse es un símbolo de la opresión y de la desigualdad y por tanto debe ser legítimamente destruido. Así hace la revolución un luchador comprometido con la libertad (sic) que se precie. Ya no hace falta esperar una provocación policial, en estos tiempos hay patente de corso para empezar a liarla sin más.
Uno, en su candidez, se pregunta cómo es posible que la policía de los distintos países no sea capaz de anticipar estas acciones violentas mediante el legítimo derecho de prohibir la entrada al territorio de los líderes violentos, quienes con toda seguridad están más que fichados por los distintos servicios de inteligencia. Otra cosa que me sorprende es que se tome la propiedad privada de otros trabajadores con el derecho a ser destrozados, lo que me lleva a preguntarme qué es lo que esperan obtener los violentos de acciones de este tipo. Simpatía no lo creo porque sus actitudes causan más miedo que simpatía en la ciudadanía, deseosa de que lleguen los cuerpos policiales a restablecer el ansiado orden. Y aún me pregunto una cosa más: ¿A quién beneficia realmente esta violencia? A veces pienso que a los responsables de la seguridad le viene bien esta violencia “controlada” para sembrar el deseo de tenernos ”protegidos” y justificar así el recorte de libertades que poco a poco se está instalando en occidente. En este sentido, conviene apuntar que los detractores de la cumbre han denunciado que Hamburgo se ha convertido en una zona sin democracia durante el G-20, aplicándose numerosas restricciones por el famoso artículo 33, o sea por testiculina. Además, la violencia ha sido la excusa perfecta para que la policía alemana emplease cañones de agua y gas pimienta, prohibido en otros países, contra más de 10.000 manifestantes pacíficos. Si lo desean, pueden llamarme malpensado.

http://www.mundiario.com/articulo/politica/arden-calles-son-g-20/20170709225445094292.html

lunes, 19 de diciembre de 2016

Multitud. Un gran artículo de Javier Marías en El País Semanal

"El mundo se ha llenado de “virtuosos” afanosos por castigar en manada. Nunca a solas, nunca a título individual. Se ha llenado de policías y sacerdotes vocacionales, cada uno con su lista particular de “delitos” y “pecados”... Enemigos de la libertad. Siempre los ha habido. Lo grave es que sean, como ahora, multitud".
Javier Marías vuelve a dar en el clavo con la clarividencia del que observa con la seguridad de no ser observado.
http://www.zendalibros.com/multitud/

jueves, 11 de agosto de 2016

Pierrette, mi resistente favorita.

Hace pocos años conocí a una mujer fascinante de la que había oído hablar mucho a su sobrino. Sabía más de lo que ella podía imaginar pero nada me había preparado para el impacto que me produjo la enorme fuerza que desprendía aquella menuda figura, sonriente y amistosa, que tardó muy poco en ofrecernos un bourbon de aperitivo.
Pasamos un rato muy agradable en el que  disfrutamos de un magret de pato delicioso, naturalmente cocinado por ella, y conversamos mucho, a pesar de no hablar el mismo idioma. Es curioso como dos personas pueden entenderse perfectamente si se lo proponen.
Me contó algunas cosas de su paso por la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial que me guardo como recuerdo y me dije que si hubiese más personas como Pierrette en el mundo las cosas marcharían en la dirección correcta.
En la foto sostiene el libro de poemas "Adiós a Nosotros" que le ha llevado JuanDa (gracias, bro), con una dedicatoria especial. No me cabe duda alguna de que lo leerá hasta el final. El poema que pongo a contnuación, escrito muchos años antes de conocerla, sirve como homenaje a la vida, a la determinación y a la fuerza de Pierrette Roubenne. Quizá la última resistente.


“Resiste”

Resiste quien aguanta malos tragos.
Resiste quien se afana en respirar.
Resiste los mazazos que te han dado.
Resiste, la campana ha de tocar.

Resiste por los versos silenciados.
Resiste por la angustia de morir.
Resiste el condenado que ha robado.
Resiste el inocente ¡Ay de ti!

Resiste que los tiempos no han cambiado.
Resiste, que aún te queda por penar.
Resiste, que la historia se ha truncado.
Resiste, que no hay consuelo al llorar.

Resiste en el afán de ser juzgado.
Resiste con el ansia de vivir.
Resiste, la batalla no ha acabado.
Resiste, no es aún hora de morir.