Esta mañana ha fallecido un publicitario de raza, de esos que han contribuido a crear escuela y a hacer un poco más grande esta ingrata profesión. Conocí a Miguel Ángel en JWT. Me entrevistó durante más de una hora y me sorprendió su análisis de mi carpeta de trabajos. Leyó hasta el final cada uno de mis textos, comentando hasta el más pequeño detalle y dando su opinión de cada cosa.Finalmente me contrató y estuve trabajando en su equipo durante tres años en los que cada semana era aún más agotadora que la anterior pero donde me enseñó la esencia de la publicidad y me contagió las ganas de conocer el mundo del marketing, tan despreciado entonces por los creativos. Nuestra colaboración fue tan intensa que terminamos por desarrollar una amistad que trascendió a nuestras respectivas familias.
Tras su fichaje por Slogan, por segunda vez, como director general de Madrid, nuestros caminos se separaron brevemente hasta que me llamó para ofrecerme la dirección creativa de uno de los equipos de la agencia. Por supuesto me fui con él. Su proyecto me ilusionaba y era difícil decir que no a un amigo. Allí las cosas no fueron como esperábamos y tras otros dos años y medio dejé la agencia para volver a JWT. Nuestra relación se esfumó por cosas que ahora no merece la pena recordar pero conservo en mí su sonrisa, sus enseñanzas y el optimismo que le caracterizaba.
Hoy me he enterado de su fallecimiento y el corazón se ha encogido por la tristeza. No sabía nada de él desde hace años y enterarme de golpe ha hecho añicos mi sonrisa. Hoy es un día triste para el mundo publicitario. No he encontrado mejor titular para despedirme que el del anuncio que le dedicaron cuando se fue de Slogan la primera vez. Sirva de homenaje a un maestro, a un publicitario hasta el tuétano.
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