jueves, 14 de enero de 2010

LAS FALSAS APARIENCIAS (o como convertirse en un completo cretino)- (ChopperOn, enero 2010)

Llevo días pensando sobre como debería ser el primer artículo del año, sin llegar a ningún acuerdo conmigo. Seguramente, practicando la ortodoxia tendría que optar por el optimismo bienintencionado, ausentando estas líneas de polémica. Quizá algunos buenos deseos salpicados de cierta complacencia onanista o puede que un poquito de nadería intrascendente fuesen lo adecuado. ¡Pero qué coño! Quien quiera ternura que vaya a ver Bambi y los bienpensantes de la moral siempre pueden refugiarse en la carta pedigüeña a los Reyes Magos, así que yo voy a seguir con lo mío. Cambiar de tercio a estas alturas se me antoja más absurdo que imposible y, además, la ortodoxia nunca ha sido lo que me ha definido, por lo que me niego a cambiar de collar para seguir siendo el mismo perro. El gran actor Sir Laurence Olivier dijo: “¿Qué es en el fondo actuar, sino mentir?”. Y es que, al fin y al cabo, aparentar tiene más letras que ser. Eso supone un poco más de esfuerzo, pero muy poco más. Basta con repetirlo varias veces para asumirlo como una gran verdad. Cada día nos cruzamos por la vida con algún ejemplar que se parodia a sí mismo con dudoso éxito. Yo mismo he recurrido en numerosas ocasiones a la farsa para divertirme con el efecto que producía en los demás la invención calculada. La actuación, en suma. Lo recomiendo vivamente para todos aquellos que aún crean en la raza humana. Ahora bien, lo que me inquieta son aquellos personajes que reiteradamente fabrican su alter ego, llegando a olvidarse completamente de su propia identidad. La real, la de cuna y biberón, me refiero. En este mundo en el que nos movemos podemos encontrar variopintos ejemplares de la estupidez disfrazados de malos malosos, hombres de hielo, gurús del purismo, discípulos de Satán y, los más osados, de asesinos despiadados. De todo hay en la viña del señor Custom. Por supuesto también existen auténticos personajes que han construido su vida a través de sobrepasar distintas líneas, pero estos son los menos y no necesitan travestirse de intenciones. Son lo que son y allá ellos con lo que viven. Me refiero a los otros, a los señores de la farsa burda y zafia. En el vasto panorama que nos ocupa pueden encontrarse de todos los pelajes, identificados con nombres pretenciosos y, normalmente, bajo una apariencia chulesca que los hace granjearse el respeto de los novatos en estas lides. Podría decir que me dan pena, pero faltaría a la verdad. Realmente lo que me producen es risa, me divierten sus formas, sus actitudes de proxenetas de la razón. E incluso les profeso una cierta ternura no exenta de la malicia depredadora con la que nací y no pienso- ¡ni quiero!- ocultar. El hábito no hace al monje y para ser éste último hay que dedicarse mucho a ello. No todos valen para monjes, panda de memos infelices, todavía por destetar en la vida. Y las actitudes hay que refrendarlas con hechos o con la certeza de que se harán y eso, no es sencillo. En el asfalto no sirve el pavoneo ni las florituras seudo estéticas del normando de pega. El asfalto exige el precio de la sangre y es ahí donde se demuestra la hombría sin tapujos. Muy pocos son los llamados a pasar la prueba de la verdad y menos aún son los elegidos para la victoria. Si no están dispuestos a dar su sangre ¿por qué salmodian un evangelio del que desconocen sus consecuencias? Tarde o temprano se descubrirá que no son más que unos impostores o, lo que es más ridículo, unos chapuceros. A fortiori. Feliz año a todos, incluso a ellos.
Enero 2010

2 comentarios:

  1. Hola. Me encanta leerte y me causa admiración que cada vez que te leo de nuevo, quedo admirado.

    Si fuese una persona perversamente malvada, pondría uno o dos nombre con sus apellidos a este retrato nauseabundo, pleno de piltrafas y colgajos de cacúmenes en putrefacción.

    Es más, tengo en la punta de la tecla uno en especial cuya falsedad se ha encarnado en su ser ridículo de manera indeleble, hasta el extremo de la cutrez.

    Pero sería injusto con este ser fagócico de las ocurrencias y aposturas ajenas. Además, ocurre que no soy perversamente malvado y que este pobre hombre me causa más risa que otra cosa.

    Oyes, ¿no podríamos hablar de señoras? Ese asfalto sí que exige sangre y mucha mucha chicha esparramada.

    Gran abrazo,

    Luis Cevallos-Escalera

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  2. Ja ja ja... No dejas de sorprenderme Luís. La lista sería tan larga que no cabría en un sólo blog. Una vez más, gracias por tus palabras.
    Abrazo grande.

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