En todos los conflictos modernos surgen organizaciones que, aunque travestidas de una pátina social y cultural, se convierten en agitadoras de masas con pura intención política. El caso de Omnium Cultural es un claro ejemplo de esto. Creada en 1962 por destacados representantes de la burguesía de Cataluña, supuestamente para preservar la lengua y la cultura catalana, la entidad siempre estuvo bajo sospecha de quienes verdaderamente sufrieron la represión o el exilio franquista. El propio Tarradellas, quien la calificó de "mojiganga cultural", pensaba que no era otra cosa que un apéndice de la burguesía catalana que se enriqueció al amparo de la dictadura y denunció que"los
beneficiarios de tantos esfuerzos y sacrificios hoy día tienen el
atrevimiento de darnos lecciones de patriotismo y moralidad".
No sorprende que OC sea tan activa en este proceso desestabilizador del orden constitucional y menos si se tiene en cuenta todo lo que le debe al gobierno de la Generalitat. Tras una concienzuda investigación, el diario ABC denunció en un artículo fechado el pasado 9 de octubre que desde 2005 "ha
recibido más de 20 millones de euros en subvenciones públicas para incentivar el catalanismo, encargo de estudios y campañas
de
recaudación. Tradicionalmente la Generalitat inyectaba entre uno y dos millones de euros al año
en las cuentas de Òmnium. La mayor parte de ellas son subvenciones a fondo perdido y otorgadas a dedo, sin concurrencia pública".
No sorprende que tras tanta generosidad pública con el dinero de los ciudadanos sus líderes pongan tanto empeño en agitar el proceso independentista. No es bueno morder la mano de quien te da de comer, pese a que ello te conduzca inevitablemente a engañar a millones de catalanes fingiendo ser lo que no se es.
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