Tras unos minutos de pereza, Axel Sinnombre tuvo la certeza de que ya no podía engañar más al tiempo, así que primero abrió un ojo, luego otro y al final, aunque a regañadientes, aceptó que ese día comenzaba el resto de su vida. Se levanto y recogió el periódico de la puerta antes de prepararse un energético desayuno. Protegido tras una taza de café humeante echó mano del periódico cuando, de repente, le asaltó un miedo atroz, casi infantil en su inocencia. En un instante tuvo miedo a enterarse de que vivía en un país donde la mentira es el leit motiv de la gente que lo gobernaba; un país al que no se le respeta y, lo que es peor, se humilla a sí mismo; un país que enfanga la memoria de sus antepasados con la inquina de los resentidos y que castiga a sus súbditos con impuestos abusivos en tiempos donde hasta comprar una barra de pan se considera un lujo. Axel Sinnombre sintió en sus propias carnes el miedo a descubrir que todo lo que le habían inculcado durante su vida no servía más que para relegarlo a un mal recuerdo y un escalofrío le recorrió de arriba abajo. Relegó el amenazador diario a un extremo de la mesa y con su parálisis a la verdad no llegó a enterarse de que las ratas se habían ido adueñando del barco en el que discurría su vida.
Asustado y furioso, decidió que aquel no era su business, así que se vistió con el mismo jean desgastado de los últimos días, rebuscó en el armario hasta encontrar una camiseta de su agrado, se calzó las botas y, por último, se ajustó la cazadora de cuero antes de salir en busca de la moto. Sin despedirse. Furioso, de una patada despertó al Big Twin, lo acarició con dos suaves toques al acelerador y salió disparado hacia tierra de nadie, decidido a buscar la ansiada libertad que tanto anhelaba. El ansiado Shangri-la. Jamás se volvió a saber de él. RIP.
Diciembre 2009
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