Hace algún tiempo, cuando tuvimos la falsa intuición de que la reunión de amigos en H-D de León había pasado a formar parte del baúl de los recuerdos, un grupo de amigos, asistentes asiduos, decidimos comenzar a pergeñar lo que sería un libro conmemorativo de la influencia que dicha cita anual había tatuado en nuestras vidas. El tiempo consiguió que, afortunadamente, nuestra iniciativa no se viese recompensada por el éxito. Las razones fueron dos, la primera que nos demoramos más de lo debido en llevarla a cabo; la segunda, que el ínclito Santos “The Man”, alma mater de la reunión, decidiese convertirse para siempre en sabio rectificando su decisión inicial de enterrarla y junto a los chicos de León volviese a recuperarla con más brío incluso. Y es que León es León ¡coño! Una gran reunión de amigos dispuestos a pasarlo bien un fin de semana a base de disfrutar juntos de cosas que nos gustan. No hay más, no tiene otra pretensión y por eso mismo no se parece a ninguna de las otras concentras a las que he ido. He cumplido mi parte todos los años, excepto el primero, cuando me compré la moto, y cada vez regreso con la misma ilusión, las mismas ganas de disfrutar, la misma alegría de encontrarme con personas a la que sólo veo aquí.
León es risas, cervezas, risas, buena comida, risas, kilómetros, risas… Un poquito irreverente y ampliamente iconoclasta. Hatajo de amantes de las Harley – Davidson de distintas cunas y porvenir pero con el mismo polvo en las vestimentas; camaradas del asfalto que poco a poco hemos ido conformando un gran grupo de amigos, sin distinciones, en el que los novatos siempre fueron bienvenidos. Algunos se convirtieron en veteranos, otros desaparecieron, pero a ninguno le quedó duda de lo que vivieron durante el fin de semana que experimentaron. Me estoy acordando de aquel portugués, callado y discreto, que, con los kilómetros de la vida marcados en el rostro, volvía cada año a mirarnos y brindar con nosotros, gente a la que no conocía de nada y con la que le costaba comunicarse, sus compañeros. El recuerdo se complementa con el de otros tantos que dejaron de venir por distintos motivos y de los que no recuerdo sus nombres, aunque sí sus risas.
León es encuentro y reencuentro. León es pasar y futuro. Allí conocí a personas que hoy son grandes amigos y otras que, sin serlo en ese grado, no dudan en compartir una cerveza o lo que sea menester, al encontrarme. León es alegría de vivir y quizá por eso conseguía que su fama llegase a través del boca a oído a miles de personas repartidas por toda la geografía nacional, tanto fue así que hasta los responsables del HOG quisieron estar presentes en una de las rutas anuales que organizan (aún seguimos perplejos recordando el famoso autobús con el que la buena de Sue nos obsequió y de...).
Para acudir sólo hace falta cumplir tres requisitos, a saber: ir en una Harley-Davidson, ser buen tipo y tener ganas de compartir una cerveza con los nuevos amigos. Espero que alguno de los que estáis leyendo estas líneas tengáis la curiosidad de acudir este año y comprobar que lo que relato sobre ella encierra tanta verdad como las palabras que una vez pronunció el escritor León Uris (otro León, ya veis): “No hay nada más exquisito que esperar una aventura, y nada que serene tanto como vivirla”. Vivid, vivamos juntos, nuestra próxima aventura con la ilusión de la primera vez y la satisfacción de haber sido protagonistas de ello. Eso sí, sin autobús. Sobre dos ruedas todo va mejor. Este año los cerdos vuelven a sonreír. El Rock’n’Road 2009 está en marcha.
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