El escenario, ESIC, una prestigiosa
escuela de marketing; el motivo, una jornada sobre internacionalización de
empresas; una ponencia, la marca España. Allí me encontraba yo escuchando
lo que presumía una interesante charla sobre posibilidades empresariales cuando
el orador, para ilustrar su argumento del poder que una visión podía tener
sobre una marca, utilizó un ejemplo que me resultó inquietante. Sin pretender
ser literal venía a decir más o menos lo siguiente: Hace cien años una persona pensó “voy a crear una motocicleta con la
que un simple contable de segunda categoría de Wisconsin pueda dar miedo los
fines de semana”. Terminó apoyando la última frase con una diapositiva en
la que aparecía un miembro de un conocido MC que distaba mucho de ser un
contable de Wisconsin. La marca de la
que hablaba era, por supuesto, Harley-Davidson.
No me voy a detener en la gran cantidad de imprecisiones que contiene su frase,
no es el objeto de esta reflexión y, además, ya tuve ocasión de exponérselas a
la hora del café. Lo que de verdad
me inquietó es darme cuenta de lo fácil que es caer en el estereotipo del
motorista forajido del que hay que protegerse. Nadie de la audiencia, por
cierto bastante numerosa, esbozó duda de que lo que estaba escuchando era la
verdad. A partir de ese momento comencé a preguntarme qué culpa teníamos los harleros para tener esa imagen a los
ojos de los demás. ¿Qué es lo que hemos hecho mal? Yo, desde luego, monto La
Bonita sin pretender infundir miedo a nadie. Tampoco visto de un modo que cause
reparo, ni mis modales son los de un rudo pendenciero. Por no seguir los
cánones ni siquiera uso camisetas negras, todos los que me conocen saben que
las odio. Sin embargo, es justo reconocer que gran parte de esa fama nos la hemos
ganado a pulso colectivamente. Basta con echar un vistazo a cualquier reunión
para observar atuendos y actitudes que parecen decir “mira que malote soy”.
Supongo que cada uno es libre de elegir su camino y estilo, y lo respeto, pero
a mí no me gusta estar encasillado en un arquetipo con el cual no comparto
absolutamente nada. Puede que mi elección me convierta en un outsider dentro del mundo motorista pero
me gusta llegar a cualquier sitio sin que las miradas de la gente incluyan una
cierta prevención. Monto en moto y viajo con ella con el mismo look que me muevo por la vida, sin un
estilo fijo, y con el ansia de quien quiere disfrutar y conocer, pero no
atemorizar. Cierto es que la sociedad se escandaliza fácilmente con aquello que
no le es habitual y, reconozcámoslo, a veces nuestra apariencia tras horas de
moto no es tranquilizadora, pero pienso que deberíamos cuidar un poco más
nuestra imagen para intentar romper los prejuicios creados. En este mundo hay
sitio para todos y debemos convivir unos con otros, pero lo habitual, al menos
en mi experiencia, es que los que montamos en moto somos gente normal que
trabaja y cumple con las normas de la sociedad, personas cuyo objeto de placer
no debería convertirles en sospechosos de nada.
El hábito no hace al monje, pero si
llevas hábito hay muchas probabilidades de que los demás crean que,
efectivamente, eres un monje.
Se trata de montar y punto. Lo que quiera vender la gente es su problema. Además siempre intentan vender lo que no tienen. Es como cuando te preguntan por qué tu moto es azul o verde, si las HD siempre son negras...
ResponderEliminarQue vendan que vendan, no compro.
Es muy interesante!!
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