Que me perdone el Poder pero yo no soy culpable de la grave
situación
económica
que vive nuestro país. Yo no me he enriquecido ni he especulado con valores,
ladrillos o demás
forma de hacer fortuna a costa de la desgracia de otros; no he tenido poder de
decisión
alguna ante los cambios que se iban produciendo; no he ostentado cargos en el
gobierno, ni tampoco en un Banco; no he dejado de pagar a la Hacienda pública, ni he sacado mi dinero
a Suiza y mucho menos cobro varios sueldos por el desempeño de funciones que deberían ser vocacionales. He sido
un buen ciudadano, esforzado y obediente, que ha hecho todo lo que le han
pedido, como es pagar a precio de oro el metro cuadrado de una vivienda que
casi me han obligado a comprar y he movido el dinero, tan necesario para
mantener una sociedad que caminaba hacia la perfección social, así que no, no soy culpable de
nada. Más
bien me siento víctima
de un sistema del que no puedo huir y de la desvergüenza de una sociedad
aborregada que ha aceptado su destino escondiéndose tras el consumo. El
chivo expiatorio de un país que ha entregado su decencia a cambio de las migajas políticas de un estado de las
autonomías
que sólo ha
favorecido los bajos instintos de un puñado de cretinos que se enorgullecen de lo individual
despreciando el bien colectivo y que ha conseguido empobrecernos hasta límites insospechados por la
multiplicidad de diputados, competencias, etc. He cumplido con todo lo que me
ordenaban, lo que me han enseñado que debía hacer para sostener la economía. He pagado un precio
desorbitado por un piso del cual se han llevado una gran tajada constructores,
bancos, notarios, registradores, ayuntamientos y, como no, el Estado a través de exagerados impuestos que
le han proporcionado pingües ingresos con mi sudor. Una vivienda que ahora vale un
40% menos de lo que tuve que pagar pero mientras me suben los impuestos sobre él, aumentan arbitrariamente el
valor catastral y, por supuesto, la hipoteca no se regulariza hacia el nuevo
precio. Siguen subiéndome los impuestos, tanto indirectos como los directos al
consumo de los bienes necesarios para la subsistencia normal. Se incrementan
los precios de luz y gas al tiempo que decrecen los sueldos, y eso que soy uno
de los todavía
afortunados que seguimos percibiendo uno. Soy un ciudadano asfixiado por las
decisiones de unos políticos a los que la realidad de España les trae al pairo y no
descienden ni de lejos a la injusticia social que están sufriendo miles de familias
humildes de nuestro país, mientras nos enteramos que miembros del anterior
gobierno cobran nada menos que tres sueldos tres, y ostentosos todos. Lucho por
llegar a fin de mes cuando hace no tanto podía disfrutar de algún pequeño lujo, sufro la regañina de unos gobernantes que me
acusan de ser el culpable de la penuria actual y me despierto por la noche
angustiado por el amanecer incierto que vendrá. Ha llegado la hora de
despertar del letargo en el que hemos estado sumidos y gritar a los verdaderos
culpables, los políticos y los banqueros que han montado este nuevo escenario,
que dejen de engañarnos,
de dilapidar los recursos del estado en multiplicidad es absurdas. Exijo que se
suspendan las competencias autonómicas que entran en conflicto con las del gobierno central
y que se termine una situación federal que es contraria al modelo constitucional elegido
y cuya abolición nos
ahorraría la
friolera de cuarenta y ocho mil millones de euros. Exijo que no se siga
permitiendo el abuso bancario, la usura y la desvergüenza de desahuciar a
trabajadores incapaces de cumplir con la usura de la que todos somos objetos.
Exijo que se deje de financiar con mis impuestos, nada voluntarios, a una
familia real salpicada de escándalos que avergonzarían al pirata Barbarroja. Exijo que los Bancos devuelvan a
la sociedad parte de los fondos que ha sido expoliados con la connivencia de
los distintos gobiernos, cómplices necesarios del ultraje. Exijo que se termine de una
vez por todas esta democracia feudal que somete al pueblo y comience una
democracia real y participativa de la sociedad. Exijo que dejen de amenazarme,
de robarme y de intimidarme con sus medidas partidistas. Exijo que se me trate
como un ciudadano, alguien importante y vital para la construcción de un estado que debe tender
al bienestar máximo
sin dejar absolutamente a nadie por el camino. Exijo decencia y respeto, que se
encarcele a los mandatarios culpables de corrupción y/o cohecho. Y finalmente,
exijo que pidan perdón al pueblo y que me digan a la cara lo que yo ya sé: que yo no soy el culpable.
¡Olé! Esa culpabilidad, que se la metan por el culo. Muy, muy hondo. Oh sí. Que gocen. Oh sí
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, no se puede expresar mejor
ResponderEliminarAbsolutamente cierto. Ojala se difunda. Bien hecho Ferdi!!
ResponderEliminartambien es cierto, que en este país nadie quiere asumir su responsabilidad. Sólo echársela a los demás.
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