Llevo unos días pensando en esta palabra que escuché hace poco a la responsable
digital de RTVE. Ella, obviamente, se refería al profundo cambio que se
está
produciendo en el entorno televisivo y en la manera en la que se consume un
medio que ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos, abandonando
precisamente lo que supone su propia esencia y buscando acomodo en el mix
surgido de las nuevas tecnologías. Adaptarse o desaparecer, no hay otro remedio. El mundo
que hemos conocido se mueve a tanta velocidad que ya casi no nos damos cuenta de las cosas que han desaparecido y han modificado nuestras vidas. Esta revista
es buena prueba de ello. Has pasado de leer el papel a recrearte en la pantalla
de tu ordenador, smartphone o tablet y disfrutar de una serie de posibilidades
que el papel no es capaz de ofrecer. Estamos en condiciones de acceder a tal
cantidad de información que el gran problema de nuestro tiempo es como gestionar
el conocimiento. Demasiado poder para tan pocas horas durante el día.
El mundo custom también está viviendo su propia revolución, su motomorfosis, aunque en
este caso no sea tan positiva. El cambio de actitud institucional no trae más que desagradables
consecuencias para nuestro entorno. Aunque parece que el caso 1HD ya se está aclarando, queda por resolver
el espinoso tema de las modificaciones y lo absurdo de algunas medidas, como es
que el cambio de un asiento se considere modificación grave, que está trayendo desolación y paro a los talleres y
establecimientos independientes como consecuencia de la persecución a la que nos vemos sometidos
los motoristas. Ignoro si los concesionarios oficiales de las distintas marcas
están
sufriendo el problema con la misma intensidad, pero me atrevo a vaticinar que a
ninguno le viene bien esta caza de brujas. España es un país en el que se acostumbra a
legislar a golpe de Decreto Ley por el artículo 33, o sea, por mis cojones, y así nos va. Entre despilfarros
institucionales, corrupciones a todos los niveles de la vida pública, abusos de los poderes públicos y elefantes de
Botswana, nuestro gran refugio, la moto, se ve constantemente amenazado por la
intolerancia de quienes ven en la libertad del individuo una amenaza hacia el
Sistema, su Sistema, el mismo que nos obligan a aceptar sin dejarnos participar
más que cuando les conviene. Lo
paradójico
del tema es que se escudan en la seguridad, en nuestra seguridad, para
prohibirnos modificar nuestras máquinas con piezas que, a menudo, incrementan precisamente
la seguridad. Un ejemplo, si no hubiese cambiado las pinzas y los discos de
freno cuando compré mi Road King en el 97, posiblemente ahora estuviese hecho
fosfatina, porque los de serie eran bastante deficientes. Esto, que sólo supone una anécdota, podría ser refrendado por bastantes
motoristas de los que conozco hasta llegar a convertirse en un argumento
masivo, pero a nadie parece importarle. Y en cuanto a la seguridad, la mayoría de las modificaciones estéticas no tienen nada que ver
con la seguridad, a no ser que un experto contradiga esta afirmación (yo todavía no lo he encontrado). En
cualquier caso, el verdadero problema es que mucho me temo que no se va a
retroceder en el problema porque una vez puesto en marcha a ningún político le va a ocupar ni un
minuto de su tiempo la injusticia que se está cometiendo con nosotros. Como he descrito una líneas más arriba, nuestra libertad
abre su conformismo, pero es nuestra decisión el ser lobo o cordero en
esta cuestión. De
nadie más.
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