Un cuaderno de viaje por la ruta de la vida con la única pretensión de compartir lo que pienso, lo que me gusta, lo que me ocurre, lo que siento... Aprender cada día algo con los ojos bien abiertos.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Una Sevillana que nunca terminé... y creo que nunca lo haré.
Los tres olivos más verdes,
los tres olivos más verdes,
los tres olivos más verdes
miraban la carretera.
Miraban la carretera
los tres olivos más verdes
miraban la carretera
preguntándole al viajero
si traían hierbabuena
pa refrescar el rocío,
pa refrescarles las penas.
Los tres olivos más verdes,
los tres olivos más verdes,
los tres olivos más verdes
miraban la carretera.
Miraban la carretera
los tres olivos más verdes
miraban la carretera
por donde caminan los ríos
camino de la verbena.
Por donde las flores se abren
cuando pasa mi morena.
los tres olivos más verdes,
los tres olivos más verdes
miraban la carretera.
Miraban la carretera
los tres olivos más verdes
miraban la carretera
preguntándole al viajero
si traían hierbabuena
pa refrescar el rocío,
pa refrescarles las penas.
Los tres olivos más verdes,
los tres olivos más verdes,
los tres olivos más verdes
miraban la carretera.
Miraban la carretera
los tres olivos más verdes
miraban la carretera
por donde caminan los ríos
camino de la verbena.
Por donde las flores se abren
cuando pasa mi morena.
Mírame a la cara
Hay letras de canciones que cuentan historias completas que reflejan realidades. Hoy me he topado con ésta de Café Quijano. Una historia amarga basada en un hecho cierto, seguramente.
Si quieres/ te escribo una lista/ con nombres y camas.
Si quieres/ me sigo creyendo/ que fuiste una santa.
no tienes perdón.
Como tienes la poca vergüenza/ de entrar en mi casa.
Como tienes valor de llamar por las noches/ a ver que me pasa.
Como tienes la lengua tan larga/ y la risa tan falsa,
no tienes corazón.
Tuviste muy poco respeto/ y poco cuidado.
Hiciste que fuera el payaso/ en tu circo privado.
Dejaste un imbécil muy grande/ en mi frente pintado.
No tienes perdón.
Y mírame a la cara/ y atrévete a negarme
que conoces tantas camas/ como historias que contarme.
jueves, 16 de diciembre de 2010
UNIDOSPORLASDOSRUEDAS.COM (artículo para el número de ChopperOn.es)
En los últimos tiempos algunas noticias me han hecho reflexionar sobre la importancia que tiene -o debería tener- Internet en el mundo de las dos ruedas. No sólo debe servir la red para informarnos o enterarnos de novedades, noticias, ocio etc, como es el caso de esta revista, que únicamente puedes leer a través de la pantalla, sino también para desarrollar acciones que lleven a juntarnos en aquellas cosas que nos conectan, además de la moto. Ya proliferan en lo virtual distintos grupos/foros que compiten por juntar el mayor número de aficionados a las dos ruedas, con un interés más o menos comercial y, por supuesto, lícito. Pero no me refiero a estas comunidades verticales, más bien estaba pensando en la enorme trascendencia que para nosotros podrían tener Facebook o Twitter, por nombrar a las dos redes con más fuerza en nuestro país. Hace unos años ni siquiera podíamos soñar con la ingente cantidad de datos que somos capaces de recibir y consumir, pero tampoco con la tremenda velocidad con la que podemos comunicarnos con quienes queremos hacerlo. Hoy es una realidad que cada día se empequeñece frente al que queda por llegar. Nuestra capacidad de convocatoria dependía del boca a boca o de los medios de comunicación. Pues bien, compañeros, en este momento nosotros somos los medios. Nosotros somos testigos y portavoces, receptores y emisores de mensajes. Hoy somos nosotros, los individuos, quienes tenemos el poder de crear un movimiento fuerte, unido por la causa común de las dos ruedas. Juntos podemos movilizar a cientos, a miles... a cientos de miles de compañeros en todo el país y aún más allá. ¿Te has parado a pensar un momento lo que podríamos conseguir estando unidos? Reflexiona sobre la principal reivindicación que tenemos, los guardarraíles. Sí, se organiza la concentración anual en Madrid y nos dan un lugar donde juntarnos en pandilla, este año amenizado por los puestos y las tabernas del mercado medieval (que no les falte de nada a estos chicos tan simpáticos de los cascos en la mano) y con escenario incluido, porque es importante tener un sitio al que mirar, para luego darnos un "paseo reivindicativo" por las calles de Madrid, y vuelta a casa con la satisfacción del deber cumplido. ¡Nos tratan casi como a un espectáculo circense! "¡Atención, señoras y señores! ¡Admiren a los increíbles motoristas haciendo equilibrio sobre sus impresionantes máquinas!". Y allí estamos nosotros, sometidos a la visión, cincuenta por ciento curiosa y otro cincuenta por ciento mosqueada, de una ciudadanía que no entiende por qué estamos rodando tantas motos juntas, hostigando su tranquilo deambular. Que no se me entienda mal, no critico a quien se afana en juntarnos por una buena razón (todas las iniciativas en ese sentido me parecen loables), tan sólo quiero hacer reflexionar sobre la conveniencia de seguir con estos espectáculos frente a la fuerza de otras acciones mucho menos agresivas y, en apariencia, mucho más eficaces. ¿Imaginas lo que puede ser todos estos miles de congregados en la última concentración de noviembre, apuntados a una misma página en Facebook y haciendo proselitismo a través del universo de los 140 caracteres? Cientos de miles de personas con un sólo objetivo: mejorar las condiciones de nuestras carreteras. Todos juntos, una sola voz formada por la garganta de cada cual, haciéndose oír a través de las teclas hasta cualquier organismo público. Sin protagonismos ni pendencias autorales. Todos juntos, como el pueblo de Zalamea defendiendo la justicia de su corregidor. Se me eriza el vello sólo de pensar lo que tantos motoristas, tantos votos, seríamos capaces de lograr si la utopía proudhoniana se transformase en realidad. Repito, nosotros tenemos la fuerza. Nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas. Nosotros somos los dueños de nuestra voluntad, si realmente queremos hacerlo. ¿Queremos? La idea está lanzada. Veremos si alguien la recoge y decide convertirse en adalid de una causa sin rostros, sin nombres ni distintivos. Y, si esto es posible, esperemos que al final no salga la peor cepa del ser humano para malograr la inocencia de la causa más bella: defender nuestra vida en las carreteras que tanto amamos.com.
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