No deja de ser paradójico que alguien tan abocado al pesimismo y la fatalidad,como es el que suscribe, haya fundado un grupo en Facebook comprometido con el optimismo: El Poder de las Palabras. No se dejen engañar por el título, no se trata de un foro de discusión donde se prima el poder del diálogo, más bien supone un grupo de optimismo que intenta mantener alto el estado de ánimo en estos tiempos de incierto porvenir.
Muchas veces me he preguntado qué extraña pócima podía aportar yo a la esperanza en la aldea global. La verdad es que la respuesta no estaba donde yo creía que debía buscarla, en mi cabeza, si no en los demás. Me explico, la verdadera grandeza de El Poder de las Palabras no germina desde la semilla de lo que yo pueda trasladar a los demás, al contrario se encuentra en lo que las personas que lo integran y se animan a participar me proporcionan a mí. Son ellos los que insuflan optimismo a mi vida; contagian su alegría, comparten sus sentimientos y provocan sonrisas con sus ocurrencias. Da que pensar que unos meses después de su creación ya seamos más de quinientos los “palabreros” que cada día escribimos o simplemente consultamos el MURO en busca de… lo que sea que le motiva a cada uno.
Me pongo a reflexionar y veo que es lo más parecido a una hermandad que conozco. No tengo el gusto de haber alternado con la inmensa mayoría de ellos y, sin embargo, los siento muy próximos en la fidelidad de una causa que no responde a intereses crematísticos ni causas bastardas. Hoy, sobrepasado por la dimensión que ha alcanzado el grupo, me confieso enganchado a todas aquellas palabras que esconden tras de sí rostros con vidas seguro muy dispares pero con un importante punto en común que fortalece una unión más sólida que la de muchos de los grupos a los que he pertenecido: transmitir alegría.
Me declaro satisfecho de que en el mismo se junte un buen puñado de amigos de las dos ruedas, aunque echo de menos a otros que pensé que estarían. No los censuro por su ausencia, al fin y al cabo me demuestran su cariño en todas las ocasiones que se prestan. Pero eso es lo bueno de la amistad, que no se circunscribe a otra cosa que no sea la afinidad personal, considerando las aficiones comunes un mero escenario compartido, ciertamente importante a la hora de juntarse, sí, pero nunca determinante como elemento afianzador de relaciones plenas. Digo esto desde el respeto y el cariño a todos los que considero conocidos, amigos, colegas y los –muy pocos- carnales. La mochila de mis relaciones es cada vez más grande y, ante mi sorpresa, he descubierto que es liviana de llevar. A cada uno le corresponde un compartimento, aunque muchos de ellos se alojan en dos o más porque nos une más de un aspecto. Lo que me recuerda que dentro de pocos días me juntaré con varios de ellos en la mejor reunión de amigos de Harley- Davidson que conozco: el ROCK’N’ROAD que se celebra a mediados de este mes en León. La única que no me pierdo por nada del mundo, cita obligada de este nómada del romanticismo y de otros tantos. Este año, además, llevaré en la mochila a los casi quinientos “palabreros” miembros de una nueva hermandad creada para ir a por la vida. Optimismo sin cuartel que engancha. Ya lo creo.
27 mayo 2010
Hola, Don Fer, este humilde -y no carente de orgullo legítimo- manifiesto, con su sorprendida visión y su terapéutica incorporada, debiera estar en la parte en la que Ferdinator the Creator anima a la participación en su idea.
ResponderEliminarEstá siendo un regalo que absorbe algo indefinible que está situado más allá de la tentación dialéctica, crítica o literaria: está resultando ser un magnífico revulsivo de uno propio, una sorpresa tras cada hallazgo en la lectura y una paliación de los sinsabores que se nos amontonan con los días.
En lo que a este admirador -también holgadamente manifiesto- peta, mi reconocimiento y mi gratitud por invitarme y compartir.
Mola Norman.
Gran abrazo,
Luis Cevallos-Escalera
Hola, man.
ResponderEliminarEstuve pensando si este desvarío se situaría con cierta gallardía en el lugar que ChopperOn me pone todos los meses. La verdad es que llegué a la conclusión de que no era el foro adecuado, desde luego, pero ya me conoces. Me aticé un poco de nicotina y en la última calada decidí que me la sudaba el universo biker. Escribo lo que quiero porque la patente de corso me la otorga el que lo hago en un espacio de libre opinión.
Al fin y al cabo, si recojo alguna inquietud extra que se anime a participar en el grupo (no desespero de encontrar vida más allá de los cilindrod), bienvenida sea.
Fuerte abrazo,
f