ALGO HUELE MAL Y NO ES A GASOLINA (ChopperOn, octubre 2009).
Tenemos el mundo que nos merecemos. Un mundo en el que no contamos, no nos engañemos. Nos han hecho creer que la democracia nos iguala a todos y nos confiere el poder de decidir sobre nuestro presente y futuro. Mentira. Desde las revoluciones burguesas no se ha parado de engañar al pueblo. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” significaba el romanticismo de unos privilegiados que preconizaban un vuelco social sin contar para nada con aquellos a los que decían defender. Hoy, ni siquiera queda el recurso de la hipocresía. Hoy podemos observar a nuestro alrededor, miremos en la dirección que queramos, corrupción y maniqueísmo. Escándalos millonarios, abusos de poder, injusticias y agravios de toda índole dañan nuestros sentidos cuando nos martillean sin piedad desde los medios de in-comunicación. Bueno, eso y una tal Belén Esteban, claro está. La vieja máxima imperial de Roma sigue más vigente que nunca: panem et circenses. Pues bien, el circo lo tenemos de mil maneras distintas, a qué negarlo, pero ¿y el pan? ¿Dónde está el pan que reclaman los millones de parados? ¿Y para los que se despiertan cada día sin saber si será el último en que tengan trabajo? ¿Y para los que han perdido sus casas o están a punto de hacerlo, despidiéndose con ello de los ahorros juntados con tanto esfuerzo? Mientras tanto, inyección financiera a la Banca con la excusa de no perjudicar aún más nuestro sistema financiero y subida de impuestos a los de siempre, los sufridores silenciosos sin derecho a voz. ¿Es esto justicia? ¿No debe el Estado procurar el bienestar de sus habitantes como prioridad absoluta frente a cualquier otra? No, definitivamente es esta una teoría falaz que ya nadie cree. Sálvese quien pueda y el último que apague la luz y cierre la puerta. Propongo esta última frase como divisa inseparable de nuestra gran (sic) nación, o lo que sea. Al tiempo, sigamos adormecidos, borreguiles, enfrascados en absurdas cuitas sobre banderas, identidades, hechos diferenciales y lenguas vernáculas que únicamente sirven para separarnos. Así se lo ponemos más fácil. La mentira es siempre más sencilla de seguir que la verdad porque admite cualquier cosa dentro de su inquinidad, mientras la verdad es una e indivisible.
Aceptémoslo, nos han dividido y, con ello, vencido. No quedan en nosotros fuerzas ni arrestos suficientes como para reclamar la revolución pendiente, aquella en que la justicia social sea -¡al fin!- verdadera. Claro que, para conseguirlo, quizá lo más sencillo es que desapareciese la raza humana. La ley de la Naturaleza, aunque injusta, se me antoja en estos momentos más acertada (o menos estúpida) que la vergüenza en la que vivimos bien calladitos, cobardes ante el poder que nos oprime en nuestro propio nombre. Menudo panorama nos espera. Y para colmo de males mi moto entra en el taller. ¡Malditos roadores! Al menos siempre nos quedará Arrabal, querido Adolfo. Suo tempore.
Septiembre 2009
Valiente y bien expuesta reflexión Fer. Lo más triste es que aunque todos lo vemos, ellos han conseguido que desparezca el poder de la sociedad civil. Todos callamos, y encima hata algunos manifiestan una peregrina cobardía intentando defender y justificar lo indefendible y justificable, porque su único temor es al cambio. Como cambian los tiempos ...... hace unos años habíamos enviado nuestro ejército a apoyar una guerra que nadie quería, y nuestros jovenes morian, nada cambió, ahora seguimos en el mismo sitio y con las mismas condiciones, y nuestro jóvenes siguen muriendo, pero como es en misión humanitaria y en defensa de la democracia ya no importa, nadie se ha vuelto a quejar ni a reclamar que salgamos de allí. Esto es solo un ejemplo, seguro que a todos se os ocurren bastantes más.
ResponderEliminarMe ha gustado tu escrito Fer, un abrazo.
gracias, man
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