El año pasado un periodista de un diario de Santander preguntó a Paul, un anónimo sexagenario manx con más de seis décadas de experiencia en el TT:- ¿Cuántos pilotos han muerto desde 1907?
- Unos 250- respondió el interpelado.
Asombrado, el periodista exclamó:
- ¡Pero eso es un disparate!
- No, esto es la Isla de Man- dio por zanjado Paul.
He pensado mucho en estas últimas palabras, sobre todo tras haber tenido el honor de recorrer el circuito urbano por el que discurre el famoso TT sobre mi Road King del 97, a una velocidad poco aconsejable para una moto de sus características. “Esto es la Isla de Man”, sabias palabras que resumen aquello que resulta imposible de explicar si no se ha experimentado en carne propia.
La Isla de Man, en concreto el TT, es una prueba mítica para miles (o millones, no lo sé con seguridad) de motoristas de todo el mundo. Un circuito urbano que han recorrido los grandes pilotos desde 1907. Sus 37,73 millas (60 km) están firmados a cada tramo por el caucho de nombres que permanecen para siempre –y con todo merecimiento - en los libros de la historia de este bello deporte. Para rendirles homenaje a todos ellos quiero destacar que la victoria de este año en Superbikes ha sido para el británico John McGuinnes (Honda), que acumula ya nada menos que 15 victorias en el TT,
superando al extraterrestre Mike Hailwood (14). Además, el bueno de John cuenta en su haber con el récord de haber completado seis vueltas en 1h46m7,16s, a una velocidad media de 127,996 mph (206 km/h), incluyendo los dos pit stops, y el segundo mejor tiempo por vuelta con una media de 130,35 mph (209,78 km/h). A cualquiera de los que hemos abrazado sus curvas y acariciado los muros de piedra que jalonan el trazado se nos ponen de corbata sólo con pensarlo. Man, hay que estar allí para ver por donde corren estos tipos. Yo fui allí porque los motoristas tenemos nuestras Mecas particulares y Man es una de ellas, si no la más importante. Pero, al menos en mi caso, no lo es por los grandes pilotos que han participado, no. Mi devoción por la Isla de Man se debe a los centenares de pilotos sin nombre que han corrido y corren en las diversas pruebas que se celebran allí por amor a las dos ruedas, jugándose la vida y, en el mejor de los casos, los ahorros. Ellos son los auténticos héroes a los que dedico estas líneas. Motoristas que han corrido con el único aliciente de hacerlo y para ello han soportado incomodidades y sufrimientos de los que jamás sabremos. Quiero pensar que cada uno, anónimos jinetes sin cara, ha obtenido la recompensa del trofeo que concede el corazón: el orgullo de haberlo conseguido. Yo, que durante una época de mi vida he recorrido los circuitos viendo las precarias condiciones en las que acudían los pilotos privados frente a los grandes y medianos equipos, no puedo más que declarar mi respeto y admiración por ellos.
El TT de Man es una carrera de valientes y su nombre queda como un símbolo para la
iconografía de los amantes de las dos ruedas. Porque nosotros tenemos muchos, pero sin duda no todos tienen la misma importancia. Uno de mis iconos favoritos es la Milla 13, lugar donde perdió la vida el gran Santiago Herreros, otro de los desconocidos grandes pilotos que ha tenido este país, cuando iba líder del campeonato del mundo de 250cc. En 1970, en su tercera participación, la Isla de Man lo reclamó para siempre deparándole un encuentro fatal en la curva Westwood, dejando su OSSA monocilíndrica esparcida por el suelo, junto a su cuerpo malherido. Dos días más tarde falleció, formando parte permanente del espíritu que fortalece año tras año a tan bella isla. La Milla 13 es lugar de peregrinación obligada para aquellos motoristas embrujados por la historia y atrapados por el respeto que se debe a los intrépidos que ayudaron a forjar la leyenda que hoy nos embruja. Desde pequeño escuché su historia de labios de mi tío José Miguel, aventurero y gran amante de las motos. El aura de la mística me acompañó desde entonces y su recuerdo constante permaneció dentro de mí como invisible tatuaje de profundo respeto. El año pasado cumplí mi sueño de cabalgar su asfalto en mi propia moto y rendir pleitesía a Santi y al resto de pilotos que reposan la eternidad junto a él. Ya comenté en esta revista el homenaje personal que le hice, junto a mis colegas Nacho y JuanDa,
destapando una Mahou en la Milla 13, al lado de una placa que recuerda a otro motorista atrapado allí. Tras hacerlo me pareció encontrar una especie de paz interior y supuse con pesar que algo en mí habría desaparecido para siempre. Uno cree que los mitos son menos cuando se conocen y que los iconos pierden su valor cuando se disfrutan. Craso error. La Isla de Man ha sembrado la semilla del amor por las dos ruedas y la Milla 13 encierra para mí una fuerza indescriptible que jamás nada podrá borrar. Volveré, no tengo duda de ello. Quiero salir a disfrutar el Mad Sunday con una máquina adecuada junto a Santi y mi amigo Juan, ambos me esperan mirando el mar con una sonrisa, pacientes. Es la mejor manera que encuentro de rendirles homenaje. Ellos sabrán cuidar de mí para que nada pase. Y si por alguna razón cuando despierte me encuentro en el Valhalla particular de los motoristas sabré que la isla me ha reclamado para siempre. Sólo pido que si el destino tiene esa voluntad conmigo, sea en la Milla más importante del mundo, la Milla 13.
Sic transit gloria mundi.Ferdi