sábado, 9 de julio de 2011

CINCUENTA AÑOS SIN EL GRAN VIVIDOR


Este año se cumplen 50 años de la desaparición de Ernest Hemingway, el hombre por el cual siempre quise ser escritor, aunque no he conseguido pasar de humilde redactor; el escritor al que admiré como vividor; el vividor que se convirtió a través de sus artículos en crítico de la realidad de su tiempo; el crítico que, entre vino y mojitos, me hizo pasar frío y miedo en la sierra, angustia en el mar y sofoco en la arena. Hace medio siglo, y yo no había nacido, que falta uno de los grandes literatos de la narrativa mundial del siglo pasado y, sin embargo, sus letras aún retozan por las librerías invitándonos a jugar con ellas con la promesa de obtener, a cambio de nuestra atención, fascinantes historias más allá de lo imaginado.
Hace 50 años que falta un hombre con el cual tengo algunas semejanzas. Soy alto, con bastantes kilos de más, me gusta aceptar el reto del folio en blanco, veo la realidad de manera pesimista y mi voz asusta a los niños más pequeños. Sin embargo, las diferencias son mucho más acentuables. No dispongo de su enorme talento y capacidad literaria para expresar los momentos cumbres de la vida, no tengo su vitalidad y energía para vivir o beber la vida hasta el último trago, ni su valentía para desafiar al miedo y vencerlo, ni su espíritu de aventura para trasladarme a lugares donde el conflicto permanente forma parte del aire que se respira.
A veces, cuando miro el mar en soledad me pregunto: ¿cómo describirías el inmenso azul frente a mis ojos, viejo canalla? Es entonces cuando me refugio en la piel del viejo y rememoro una de las más bellas y tristes historias que se han escrito jamás.
Va por ti, Ernest, porque sin haberte conocido estás a mi lado cada día.

lunes, 4 de julio de 2011

¿CERDOS O CERDAS? (ChopperOn, julio 2011)

No se me asusten tan pronto. La reflexión que da lugar al título de este artículo viene a cuento de un episodio que me ocurrió hace unos años. Con motivo de una concentración Harley- Davidson en León realicé una camiseta con la leyenda “Saca tu cerdo a pasear”, en clara referencia a nuestras monturas. Para el que no lo sepa son popularmente conocidas como las “cerdas de Milwaukee”. Y eso mismo es lo que me reprochó uno de los asistentes, que en la camiseta no pusiese cerda en lugar de cerdo. Por aquel entonces yo estaba casado y mi mujer montaba en el asiento trasero, por lo que excuso decirles lo que podría haber pasado si la leyenda hubiese sido “Saca tu cerda a pasear”. Yo adolecí entonces de la necesaria testiculina para hacerlo y dudo de que la mayoría de los asistentes hubiese sido capaz. Ahora, con la perspectiva de los años y el progresivo aumento de féminas que se niegan a ser comparsas y exigen conducir su propia moto quizá la cosa hubiese sido diferente, no lo sé a ciencia cierta. Lo que sí es seguro es que la mujer se ha hecho un hueco importante en un mundo en el que siempre se ha dicho que había más huevos que en la batalla de Brunete y yo lo celebro. Ya era hora de verlas como amazonas en lugar de cómo damas de compañía (sin que esto signifique menosprecio en modo alguno) o de ver a un grupo de 10 mujeres a lomos de sus propias máquinas sin ningún hombre en el grupo, como me ocurrió hace tres semanas en la sierra de Madrid. Conozco a muchas mujeres que conducen con soltura y eficiencia y a otras que están aprendiendo a hacerlo. He rodado muchos kilómetros con casi todas, por no decir con todas. Me acuerdo especialmente de Alexia, que sin tener ni idea de moto se compró una Kawasaki custom y se chupó un viaje de vuelta de Llunatica con el remero mayor de esta publicación y este redactor a ritmo alto, demostrando unos ovarios importantes, así como grandes maneras sobre el manillar. A todas ellas mi reconocimiento con la alegría de verlas por las carreteras.
No creo que éste sea un mundo de hombres, sino de motoristas, sin distinción de sexos, y la memoria saca a colación los nombres de grandes mujeres que rompieron las barreras de otras actividades, afortunadamente para la humanidad. A la hora de redactar estas líneas la primera mujer española que iba a debutar en el campeonato del mundo no pudo hacerlo en Assen por culpa de las caídas en los entrenos y el equipo ha decidido que no corra el próximo gran premio. Me parece una mala noticia para el deporte de las dos ruedas, la verdad, y me entristece que no haya contado con el suficiente apoyo como para demostrar si es capaz o no de competir a alto nivel en el mundial, sin tener en cuenta si usa braga o calzoncillo. Llegará un día en que las veamos arriba del podio y celebremos con fervor sus éxitos, entonces quizá nos animemos a tratarlas como lo que son, compañeras en la carretera. Igual que lo son aquellas que se suben al asiento trasero y confían su seguridad en nuestro buen hacer. “Times are changing” y eso, compañeros, es bueno, muy bueno. Lo realmente importante es que sigamos incordiando a Pere Navarro sin tener accidentes y que recuperemos el tradicional saludo cuando nos encontramos en la carretera. Los nuevos tiempos no tienen por qué despreciar las buenas maneras. Rock and Roll para todos.